El Dr. Sultán ...por Iscariote

>> martes, 2 de junio de 2009

El Dr. Sultán


"Hey, listen! Listen! Listen, man! listen, man!
I don't know how many you people believe in astrology...
Yeah, that's right...that's right, baby, I...
I am a Sagittarius... The most philosophical of all the signs...
But anyway, I don't believe in it, I think it's a bunch of bullshit, myself
But I tell you this, man, I tell you this, I don't know what's gonna happen, man,
but I wanna have my kicks before the whole shithouse goes up in flames...
Alright!"


(¡Che, loco! ¡Escuchen! No sé cuántos de ustedes creen en la astrología...
Sí, ¡así es, nena! Yo soy Sagitario, el más filosófico de todos los signos...
Pero de todos modos, yo no creo en eso, creo que es un montón de pelotudeces...
Pero les digo esto, loco, no sé que va a pasar...
pero voy a divertirme antes de que todo este lugar de mierda arda en llamas... ¡Vamos!)

Jim Morrison


Cuando llegó al pueblo el protagonista de nuestra historia, tras haber sido prácticamente expulsado de donde vivía anteriormente, no tuvo mejor opción que ponerse a laburar en el único periódico que había en el lugar. Sus primeros encargos fueron cubrir la actividad del clima en la zona rural, tales como registrar las mediciones de los pluviómetros y cosas por el estilo, pero como era un mitómano diagnosticado, siempre que volvía con los datos del comportamiento del clima en los últimos días, hasta el más zonzo podía darse cuenta de que todos estaban falseados y no tenían nada que ver con lo que pasaba en realidad.
La misericordia del editor le permitió quedarse y cubrir la sección de pronósticos astrológicos, para lo que nuestro héroe no tuvo el menor inconveniente, ya que usando un poco de imaginación propulsada por sus mentiras involuntarias, se mandaba unos desvaríos que ni el mismísimo “Corta y pega” del Dr. Bucay alcanzaría.
Tras unas semanas de relativa paz, los lectores del diario empezaron a llamar y a mandar cartas elogiando la precisión de las predicciones de su autoría, y él, ni corto ni perezoso, viendo que la fama de su horóscopo crecía, decidió ponerse un “consultorio” de astrología y empezó a llamarse a sí mismo el Dr. Sultán.
Y aunque hasta ahora todavía no es sabido si la exactitud con que sus predicciones pegaban en el blanco fue debida a un mero desfasaje estadístico de probabilidades azarosas o una especie de psicosis de sugestión colectiva que se dio en el pueblo tras un extraño caso que involucraba a la hija del Intendente, la verdad es que los vaticinios eran todo un éxito. Esta chica, la escandalosa hija del Intendente Rojas, quien era la diva designada del pueblo (a falta de abundancia de mujeres de familia respetable más o menos presentables), había sufrido un extraño accidente en las afueras del pueblo, del cual había salido afortunadamente ilesa, tal como lo pronosticaba su horóscopo del día: “Sagitario: un extraño acontecimiento desafortunado, cuyas causas están fuera del entendimiento y más allá de lo obvio, sucederá durante el día, pero la buena suerte se presentará y usted saldrá airoso de dicha situación”.
Resulta que durante la tarde, el viejo Domínguez daba una vuelta por su campo, cuando unos movimientos en los arbustos le llamaron la atención, y tras pegar los esperados alaridos de “¿Quién anda ahí?” decidió ir a inspeccionar. Cuan grande fue su sorpresa cuando detrás de la fronda encontró a la joven Rojas totalmente en pelotas, y tras inquirirle qué le había pasado, ésta le respondió que no tenía la más pálida idea y alegando una misteriosa pérdida de memoria le agradeció inmensamente que la haya encontrado.
Era muy obvio que la fatídica historia se iba a difundir en el pueblo más rápido que el chisme de la supuesta muerte de un famoso sano y salvo, por lo que la perspicaz jovencita no tardó en dar una declaración pública de lo sucedido y explicar que dando un paseo por el campo, le ocurrió el “extraño acontecimiento” del que el horóscopo ya le había advertido y que, tal cual como seguía la predicción, tuvo la suerte de ser rescatada por el viejo Dominguez, quien dicho sea de paso, obnubilado por los atributos de la Rojas, no pudo percatarse de cómo dos mecánicos desnudos del Taller de Díaz se escabullían furtivamente de la maleza.
Volviendo a nuestro, ahora denominado Dr. Sultán, hay que resaltar que la apertura del “consultorio” fue más que beneficiosa para la economía del amigo. Los pueblerinos acudían hasta a las horas más insólitas, solicitando consejo con respecto a la suerte que les tocaría en el, o los, días siguientes. Y en vista del progreso de la empresa, los pocos, pero certeros, conocimientos de mercadeo del eficientísimo Dr. Sultán no quedaron rezagados. Al poco tiempo se podían encontrar en venta en su local: amuletos, talismanes, atrapa-sueños, sahumerios, etcétera, etcétera. Y por supuesto, lo que significaba la publicidad que le brindaba a su negocio las predicciones del horóscopo del diario, hacía que él las redactara prácticamente gratis.
Pasaban los meses, y la fortuna amasada por el Dr. Sultán le permitió convertirse en el accionista mayoritario del único medio impreso del pueblo, el mismo periódico donde empezó a trabajar al llegar al pueblo, y convertirlo en una especie de catálogo de los servicios esotéricos que se brindaban en su establecimiento. La fama del consumo de astrología que había en el pueblo se propagó rápidamente a otros municipios vecinos y pronto empezó a arribar la competencia comercial. Esto mucho no le preocupó a nuestro personaje, dado el prestigio que implicaba ser el pionero del rubro en el lugar y la difusión asegurada de sus servicios.
Fue una noche que, relajado en la piscina de su casa nueva junto a dos hermosas aprendices recién llegadas de la capital, le sucedió la cosa más extraña: alzó la vista y miró al cielo, y cuando recordó que ese día había una conjunción astronómica entre Saturno, Júpiter, Marte, La Tierra, Venus, Mercurio y el Sol, fenómeno que no se daba hace dos mil años, su mente de golpe quedó totalmente en blanco y sólo después de unos largos minutos pudo volver en sí.
Vio a sus dos compañeras sobre él, tratando de regresarlo a la consciencia, e inmediatamente tuvo la visión de verla a una de ellas embarazada de él y a la otra hojeando los libros de contabilidad del negocio y haciendo nada bueno con ellos. No lo dudó un segundo, y de una patada en el traste las rajó de ahí. A partir de ese momento, no pudo cruzarse con una sola persona sin tener visones de su futuro.
A la mañana siguiente en el consultorio, el primer cliente fue el gordo García, quien fue a consultarle sobre la posibilidad de entrar al negocio de venta de repuestos para motocicletas con un primo que se lo había planteado como una gran inversión, a lo que el Dr. Sultán tuvo que recurrir como de costumbre a su mágica bola de cristal, que hasta ese día sólo le había entregado una deforme imagen invertida del cliente que se sentaba enfrente a él solicitando sus “talentos”, y otra vez, como la noche anterior, tuvo una imagen clara y nítida del futuro del que estaba con él. García, luego de unos minutos de esperar la respuesta de nuestro astrólogo, tuvo que darle palmadas en la espalda para que volviera en sí. Pálido, el pobre Dr. Sultán, lo único que atinó a decir fue: “ahora el negocio de los repuestos no está para arriesgar guita”. Así que García, más que satisfecho, le pagó la tarifa de siempre y se mandó a mudar.
El Dr. Sultán no podía entender cómo no pudo controlar su mitomanía ante una visión tan formidablemente despejada del futuro y darle ese consejo sabiendo que en dos semanas el primo de García entraría igual al negocio y monopolizaría la venta de repuestos del pueblo, ya que toda la mercadería de la competencia sería incautada por Gendarmería por graves irregularidades con el importador. Así, el día se convirtió en un verdadero calvario, viendo lo que precisamente le pasaría a cada una de las personas que entraban al local, pero diciéndole exactamente lo contrario, y lo más grave de todo: no pudiéndose explicar de dónde había salido esta extraña nueva capacidad que lo acompañaba.
Pronto la clientela empezó a desconfiar de las habilidades del magnífico Dr. Sultán, ya que, a diferencia de lo que tenía acostumbrado: tirar charlatanerías al voleo y sin fundamentos para endulzarles los oídos; ahora todos los pronósticos eran fielmente lo opuesto a lo que terminaría pasando. Al mes, las largas filas a la puerta de lo de Sultán ya no eran para pedir predicciones, sino para protestarle los catastróficos resultados a los que éstas conducían.
Desesperado por la situación, dónde esas largas filas ya empezaban a convertirse en hordas embravecidas, el Dr. Sultán no tuvo otra alternativa que ir a la casa de su amigo, el Intendente Rojas, en busca de asilo y protección. Ciertamente el panorama también lo afectaba al Intendente, ya que tenía que controlar la desestabilización social y económica del pueblo provocada por los calamitosos presagios, pero éste también tenía cuentas pendientes con nuestro mártir, al ser también uno de los damnificados de sus “anti-augurios”, por lo que le planteó protegerlo sólo bajo la condición de que le aclarara una duda que siempre le había picado en el fondo. Le dijo: “Vas a entrar a mi casa, sólo si ves en tu bola de cristal y me decís si mi mujer me es infiel o no”. En el acto salió el instrumento de adivinación del bolso, y Sultán le dijo con la mayor de las convicciones: “No veo que ni un solo hombre, aparte de usted, disfrute, haya disfrutado o vaya a disfrutar de la femineidad de su mujer”.
Nuestro querido Dr. Sultán nunca se imaginó que su mitomanía le resultaría tan útil en una situación donde quemaran tanto las papas, ya que no solo le constaba que la inquieta mujer del Intendente fuera infiel por su habilidad sobrenatural, ni por los alardes y bromas de más de la mitad de los hombres del pueblo, sino también por experiencia propia.
Y como era de esperarse, este escenario que nos presentaba al Dr. Sultán bajo el mismo techo con la entusiasta esposa de Rojas no tardaría en desenlazarse en el no muy feliz momento en que el Intendente los encontraría a ambos en comprometedoras circunstancias en su propia cama. Aparentemente la habilidad para ver el futuro le vino acompañada a nuestro protagonista con una increíble velocidad con la que pudo huir tanto de los balazos del caudillo del pueblo como de la iracunda chusma que acampaba afuera para lincharlo.
No es muy claro qué se hizo del desdichado Dr. Sultán, pero lo concreto es que nunca más se lo vio por aquellos pagos dónde tan popular y reverenciado fue en sus épocas doradas. Algunos rumores versan que en su raudo escape pudo manotear algunos de los miles de pesos que pudo amasar y que con ellos compró un título falso de Medicina y que ahora la ejerce ilegalmente en un aislado poblado del sur.

0 comentarios: