CaЯtarsis ...por Iscariote

>> sábado, 30 de mayo de 2009

Iscariote te recomienda escuchar este tema mientras leés el cuento, para hacer de ésta una experiencia más sinestésica y envolvente (bah, ponélo si querés y si no yo no me entero):



CaЯtarsis
(o Epístola de desahogo de un condenado)


Más hombre, más perro.

Si bien, conocí al buen catedrático
-Y caminé cobijado por su gris barba,
Extraviado en la fuente de sus palabras-
Mi bestialidad inmoral me desborda en el camino.

Con una dosis de algo como eso…
Y el combustible necesario para el fuego.
…Alguna suerte mujeril, igual virtud!
Sabré empezar a echarle tinta a los burlones.

Somos perros que se arrepienten de serlo.
Somos como fuego y madera en el suelo.
La culpa, el arrepentimiento, la ceniza, el hueso,
Siempre dejan de ser para empezar de nuevo.

Así, más que rutina se vuelve un vicio.
Compañera siempre será la bestia de los burlones.
Y la amiga, será presa, del perro amigo
Si la sangre quema bajo los pantalones.

Por eso creo que cuando más hombre soy
Me vuelvo veinte veces más perro.
Y con una dosis de algo como eso…
Como siempre –bien sabré- oler el hueso.


Carlos “Pocho” Viera



Estoy acá, solo para variar, sabiendo que me espera lo inevitable. Me jugué; me jugué y me equivoqué. Pensé que estaba todo bien planeado, y me fijé sólo en los detalles pelotudos… como el árbol que tapa el bosque. Estoy sentado sabiendo que vienen, que están viniendo. Me acompaño con una botella de la bebida espirituosa más barata que te puedas imaginar. Y obvio, un paquete de cigarrillos igual de despreciables. Y a pesar de todo siento paz. Ya va un tercio de botella, pero no frenéticamente bebida, sino con la holgura y la serenidad que tuve en el mismo momento en que planeé esto que me lleva a lo inexorable. Estoy bastante satisfecho: pudo haber salido mejor, pero estoy satisfecho. Me vengué, aunque esperaba salir vivo, pero son gajes del oficio.
Te advierto, hermano, que si lo único que querés hacer es tomar revancha, no saques la mente de eso ni en pedo, sin importar las consecuencias. Sin importar que en tus planes haya estado salir vivo del plan. Mientras esté hecho, y las personas que la tenían que pagar, lo hicieron; entonces sentate a escabiar con un pucho como yo. ¡Qué dulzura!
Estoy acá, escribiendo esto para no sé quién. Tal vez se lo lleve el que me va a encontrar dentro de un rato. No importa, la bebida ya me desinhibe y eso es lo que cuenta.
Bah.. ¡Qué boludez! ¡Tanto preámbulo! ¿Querés saber qué es lo que me va a pasar? ¿O querés que te cuente por qué me va a pasar?
Te respondo las dos al mismo tiempo. Pero dejame comentarte lo hermosa que se ve la noche por la ventana hoy. Sencillamente digna de las palabras de Edgar Allan Poe. Y ahora que pienso digo: “me hubiese puesto a leer mi poema favorito, El Cuervo, en vez de hacer esta boludez de escribirte a vos”, pero bueno…
Me cagaron, hermano, esa es la verdad. Me cagó la cosa más linda que me pasó.
¿Querés que te cuente la historia ahora, o después?

Estaba esperando detrás de un árbol, el auto de este individuo era gris (dicho sea de paso, me tomó tres meses seguirlo y averiguar su modus operandi). Tenía la ganzúa lista y la determinación de las legiones de Alejandro, pero temblaba igual que una hoja. Me arrimé y dije: “No ¿Qué estoy haciendo?”. Pero después vi la botella de cloroformo y el pañuelo en mi mano izquierda y supe que no había vuelta atrás.

Me los imaginaba a los dos, sudorosos, y extrañamente me excitaba la idea de ella teniendo sexo y gimiendo. La amaba.

Ya estaba totalmente dopado, y yo apunto de hacer el primer corte.
El sangrado fue corto, gracias al soplete.


Sigo acá, no te preocupes. El vacío de la botella avanza, como avanzó el vacío de mi alma. Hasta ahora no puedo entender cómo pasé de regalarle toda mi dignidad a una mujer, a llenarme de un odio sin límites que me llevó ciegamente a tomar como oponente algo con lo que no empardaba. ¿Por qué creí que humillando al hombre hacía justicia? Cagate de risa, pero estoy satisfecho igual, aunque no salga vivo de ésta.

Me arrimé a la ventanilla del auto y la puerta se hizo rogar. Esperaba que aparezcan los guardias en cualquier momento y que mi venganza terminara como un estúpido robo de auto en la comisaria más cercana, pero tuve tiempo, y la portezuela cedió.

Todavía me acuerdo cuando le besaba el vientre, diciéndole que era mi “cajita fuerte de genes”, y nombrando el irreproducible nombre de nuestra hija nonata. Todavía me acuerdo de sus susurros al oído de “te amo” interminables, después de tener orgasmos juntos al mismo tiempo. Todavía me acuerdo de tantas cosas. ¿Por qué pensás que odio tanto?

Ya no importa, vienen a buscarme.
Después de dos meses de que le mandé sus dos pulgares por correo sin remitente, me enteré de que el tipo era narco y de que andaba removiendo cielo y tierra para encontrarme.
Hasta ahora no entiendo si fueron mis ganas de dejar de sentir odio (el mismo odio que no me había sacado la venganza), mi decepción total de la vida, o la ataraxia que siempre reinó mi voluntad, hizo que en vez de huir lejos, me fuera a una ciudad vecina a pocos kilómetros; a lo mejor tratando de convencerme de que huía, pero sin la menor intención de hacerlo.

- Sí, nos volvimos a encontrar así, y sí, pasó algo ahí.
- …
- ¿Por qué no me decís nada?
- Porque ya sabía que iba a pasar, pero te juro que no esperaba eso después de todo lo que nos dijimos y pasó entre nosotros. ¡Puta carajo! No pasó ni una semana desde que nos “dimos tiempo” y ya pasó.
- …
- Ahora sos vos la que no decís nada.

Fue sencillo acurrucarse durante tres horas detrás del asiento del conductor, y más todavía apretarle el pañuelo con cloroformo en la cara, con la bronca de la traición. Lo que no me imaginé fue la parte de la sangre, y lo de cauterizar las heridas con el soplete.

Me enteré por ahí de que ella se fue a visitar al individuo cercenado y de que fue toda una tragedia. Pero me regocijé; y lo hice casi tanto como cuando estaba cerrando el sobre con los pulgares adentro, pero definitivamente igual que cuando estaba dejando de hacer efecto el cloroformo, y sentía que se venía la inminente mutilación de los dedos.
Te preguntás por qué los pulgares, y no el pene, por ejemplo… Ya tenía el soplete ¿no? Y bueno, qué te puedo decir, soy romántico, me gusta rendirle un homenaje a Sir Charles, y saber que sacándote lo que nos hizo humanos, te saco el decoro de llamarte “hombre”.
Están cerca, no te olvides de eso. La botella sigue su ruin carrera a la vacuidad. No soy yo el que ganó. Me imagino por lo menos a dos matones, llenándome de estocazos y dejándome a mi suerte en la inmundicia que me merezco. Y están cerca. Pero yo entregué los pulgares. Aunque también soy consciente de que fui el pelotudo que dejó que su mujer hiciera lo que hizo, y de que me brotaran guampas en la cabeza, como hongos de mierda. Pensarás que estoy loco, pero te juro que sentí placer al darme cuenta de que aquel era el ser que se convirtió en el intruso del sagrado resquicio de mi princesa, durante los instantes previos a cortarle los pulgares.
Escucho un auto estacionarse afuera. La botella casi cumplió su misión. Si no continúo es porque ya son ellos…



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