Cínifes ...por Iscariote

>> sábado, 14 de noviembre de 2009




Este es un cuento dedicado a todos los salames que dicen que ya no le doy pelota al blog...

Cínifes

Se encuentra abandonado a sus pensamientos, yaciendo en la apacible soledad de la habitación que fue escenario de innumerables e hipnóticos eventos como éste. La ponzoñosa gamuza de la noche acaricia sus ojos, pero se cree invulnerable a la tentación de dejarse llevar por los jugosos placeres de la inconsciencia, y de esas voces que le susurran frivolidades directamente a las neuronas.

Se mantiene allí, pero el lento desplazamiento que sufre su alma hacia los estados más abisales de la realidad, lo llenan de sopor. Se aflojan los miembros, y esa sensación en el cuello que es imperceptible debido a la alerta de la vigilia, ahora se desmorona con estrepitoso silencio, como los sordos escombros de una edificación que pasará a ser ruinas, provocándole el indiferenciable estadio posterior a la vigilia, pero previo a los sueños.

Es en ese momento cuando un familiar sonido irrumpe en la fosa nocturna. Un zumbido que fluctúa entre las proximidades de los oídos izquierdo y derecho, alternativamente, yendo y viniendo.
No hay duda, son sus leales compañeros tropicales, esos soldadescos parásitos, que como de costumbre se presentan para alimentarse de su sangre.

Los cínifes marcan suave y sutilmente su presencia, sin molestar y dilatando el momento de caer en picada para clavar sus probóscides en la inmaculada piel de la víctima. Contrariamente a lo habitual, que se caracteriza por ser una molestia que in crescendo va tornándose en una insoportable situación que hace perder el sueño, hoy la estadía de los alados se estabiliza durante un largo rato en algo que podría llamarse una mera compañía.
Lo inédito de las condiciones arrebata de las garras de Morfeo a su consciencia, la cual termina por involucrarse en ésta, que se será una singular danza entre su mente y el enigma de la venida de los diminutos seres. Se incrementa la atención y la curiosidad por el sospechoso actuar de los cénzalos, que se prolonga ya bastante.

Esta visita no es como las demás, se torna ligeramente distinta y va paulatinamente generando cavilaciones que terminan en la más oscura incertidumbre. ¿Qué les pasa? ¿Qué significará este comportamiento?

Se acentúa el tono grave y lúgubre de sus divagues. ¿Buscarán algo? ¿Por qué no se saciarán todavía con el gratuito alimento?

Su percepción parece distorsionarse en direcciones nunca antes experimentadas.
Los que ahora son los únicos huéspedes de su interés y sus cálculos ya no sólo vuelan o succionan, sino que parecen estar atentos y escuchar. ¿Pero qué? No hay nada, sólo sus pensamientos, y parecería que tuvieran intenciones de sorberlos en lugar de a su sangre.
Dan una punzante impresión de estar acechando con sorna. Y a pesar de que sabe que no hay forma de darse cuenta de esto con certeza, está cada vez más seguro y por fin concluye:
– Sí, escuchan. – y ahora puede ver que la realidad dibuja un cuadro de desconcierto no poco alarmante.

Es como los jeringazos del hambre, no se puede deducir o calcular que es necesario alimentarse, pero la sensación subyace ahí.

Su razón le dicta a categorizar esto como un sueño, pero lo vívido del escenario lo sumergen en un inconfundible contexto de experiencia real, y se llena de congoja al tener que descartar esta hipótesis.

Ahora, en un ambiguo intento de establecer parámetros lógicos para sus ideas y agudizar sus sentidos para despejar la perspectiva, percibe que detrás de los zumbidos se esconde una segunda fuente sonora. No puede discernir con seguridad y piensa:
– Es un sonido parecido a... – Los resplandores de recuerdos encandilan su mente, y todos sus mecanismos de reconocimiento cerebrales están a toda máquina. Y es ahí cuando se dice:
– ...no puede ser. – y por fin cae en la cuenta de que:

– ¡No sólo escuchan, también ríen!

– Es imposible. – piensa, tratando de reavivar las flamas de la razón y la coherencia.
Pero su convicción de que los dípteros escuchan y se mofan de sus intimidades crece exponencialmente. Atónito ante la infalible validez de estas nuevas evidencias, siente como su corazón se acelera e incluso su sudor se enfría.

Ahora estos cínicos, que habían empezado a gozar con disimulo, ríen con más fuerza y desprecio, y él está seguro que es a consecuencia de sus conclusiones. Es real y está pasando. El miedo, el sentimiento de invasión e inferioridad lo obligan a abrir los ojos grandemente, pero la oscuridad total no le da repuestas alentadoras.

La metástasis de desasosiego continúa, y es severamente alimentada por volúmenes de hilaridad que revolotea y aumenta en decibeles.

Se coloca en posición fetal y los malditos ahora vomitan carcajadas.

Es insostenible, está temblando. Pero su innegable naturaleza animal lo hace incorporarse del pozo séptico espiritual al que fue empujado y el orgullo humano toma las riendas de su voluntad nuevamente:

– Es inverosímil. ¡Estos insectos! Burlándose de mí, de su sustento, de quien los alimenta, de quien sacrifica sólo a los estrictamente necesarios – se dice, y en un fugaz intento de acabar con el circo, trata de no pensar, pero es en vano. Los sarcasmos se vuelven más impertinentes e incisivos.

Piensa huir pero está inmóvil, quiere encender la luz pero el miedo lo hace hesitar. Su confusión es laberíntica y siente los pies atados para encontrar la salida. ¿Cómo pudo llegar la situación a estas instancias?

El control se le empieza a escapar de las manos y la idea de enfrentarse a esta cuadrilla de insolentes lo invade como un caudaloso río de ímpetu, el cual se va desbordando por la perenne precipitación de lluvias de fastidio, hasta que cae vencido.

– ¡Cállense! – la paz con que había comenzado el insomne proceso se ha extinto del todo –¡Imbéciles! ¡Hijos de puta! – las procacidades y el lenguaje escatológico se apoderan de sus civilizadas fauces.

– ¿Creen que no está en mi poder exterminarlos a todos? – y el silencio fue absoluto. Sorprendentemente ya no escucha nada, y a diferencia de esos agónicos cambios entre una situación y otra que hacen discriminar con dificultad que la estadía en las circunstancias anteriores cesó, ahora, la metamorfosis fue súbita. ¿Habrá funcionado?

Todavía con resabios de estupor y con manos temblorosas, se dice a sí mismo que tiene que ver para creerlo y dejar de poner a su cordura en tela de juicio en esta brecha de luz que creaba el bosque de hechos insólitos que acababa de vivir. Enciende la luz, y lo que hacía unos segundos era el circense enfrentamiento entre su salud mental y un enjambre de dudas al respecto, ahora es la paz de una habitación que sólo está habitada por su persona y sólo un par de indefensos mosquitos que aletean en las cercanías de la pared.

Suspira, y hasta puede sentir que el alivio de ver la normalidad le arranca lagrimones de los ojos. Esos mismos ojos que decidirán volver a ponerse bajo el telón de la vacuidad luminosa, en cuanto las lágrimas estén enjugadas y la sensatez de la noche vuelva a darle la seguridad y la garantía de retomar su pacífica actividad.

Haciendo todavía un balance de lo que recién padeció, puede ver que el aparato para quemar pastillas repelentes se encuentra en el piso a sólo unos metros de él, y está seguro de que la pastilla que contiene es nueva. Cruza por su cabeza la idea de ir y enchufarlo, pero ese inexplicable miedo que suele apoderarse de uno en las etapas infantiles, y lo obliga a resguardarse en la imaginaria inmunidad que proporcionan las sábanas, lo detiene.
Concluye que todo fue producto de su imaginación y luego de unos instantes, decide involucrarse en el proceso de intentar darle descanso a sus emociones, y cede. Su mano, ya carente de convulsiones nerviosas, se extiende y presiona el botón que acabará con la tangible evidencia de que nada había pasado.

Es en ese mismo fulgor de oscuridad que aquel pandemonio de frenética conmoción vuelve, pero esta vez lo hace intensificado a proporciones insondables. Los cínifes, ahora no sólo ríen con voluptuosidad y descaro, sino que le vociferan su nombre, y le propinan injurias y obscenidades de todo tipo, al igual que multitudes de chusma de la edad media, insultando y arrojando cosas a un sentenciado a muerte que camina hacia el patíbulo.

Ya esperaba lo peor. Intenta taparse los oídos, pero el infernal escándalo le hace saber que aquello sigue allí. Todo, un desmán. El descontrol reina despóticamente en la habitación que pasó intermitentemente de ser un gradual y creciente desorden, a la serena paz amparada por la luz, y finalmente al caos total.

Se acurruca, grita, se orina, y hasta llama a su madre.

No lo tolera más y pega un salto de la cama. En su delirante huída piensa buscar un arma y volarse la cabeza, bañar la alcoba con combustible y prenderle fuego a todo aquello, y otro tipo de soluciones más o menos radicales que aquellas, pero mientras da las primeras zancadas, tropieza y cae al piso.

Perdiendo todas las esperanzas de salir vivo, sano o cuerdo de aquella situación, busca un rincón, se encoge y termina sentado, cubriéndose las piernas con los brazos.
El escándalo continuaba, y parecía que sus acosadores lo habían seguido hasta el rincón. Ya todo estaba dicho, sólo le quedaba esperar.

En sus últimos instantes de conciencia, puede ver de reojo que el aparato repelente se encuentra al alcance de su mano. Lo alcanza y lo conecta.





Read more...

El Yaciyateré... por Horacio Quiroga

>> martes, 29 de septiembre de 2009







El yaciyateré

Cuando uno ha visto a un chiquilin reírse a las dos de la mañana como un loco, con una fiebre de cuarenta y dos grados, mientras afuera ronda un yaciyateré, se adquiere de golpe sobre las supersticiones ideas que van hasta el fondo de los nervios.
Se trata aquí de una simple superstición. La gente del sur dice que el yaciyateré es un pajarraco desgarbado que canta de noche. Yo no lo he visto, pero lo he oído mil veces. El cantito es muy fino y melancólico. Repetido y obsediante, como el que más.
Pero en el norte, el yaciyateré‚ es otra cosa. Una tarde. en Misiones, fuimos un amigo y yo a probar una vela nueva en el Paraná, pues la latina no nos había dado resultado con un río de corriente feroz y en una canoa que rasaba el agua. La canoa era también obra nuestra, construida en la bizarra proporción de 1:8. Poco estable, como se ve, pero capaz de filar como una torpedera.
Salimos a las cinco de la tarde, en verano. Desde la mañana no había viento. Se aprontaba una magnifica tormenta, y el calor pasaba de lo soportable. El río corría untuoso bajo el cielo blanco. No podíamos quitarnos un instante los anteojos amarillos, pues la doble reverberación de cielo y agua enceguecía.
Además, principio de jaqueca en mi compañero. Y ni el más leve soplo de aire.
Pero una tarde así en Misiones, con una atmósfera de ésas tras cinco días de viento norte, no indica nada bueno para el sujeto que está derivando por el Paraná en canoa de carrera. Nada más difícil, por otro lado, que remar en ese ambiente.
Seguimos a la deriva, atentos al horizonte del sur, hasta llegar al Teyucuaré. La tormenta venía.
Estos cerros de Teyucuaré, tronchados a pico sobre el río en enormes cantiles de asperón rosado, por los que se descuelgan las lianas del bosque, entran profundamente en el Paraná formando hacia San Ignacio una honda ensenada, a perfecto resguardo del viento sur. Grandes bloques de piedra desprendidos del acantilado erizan el litoral, contra el cual el Paraná entero tropieza, remolinea y se escapa por fin aguas abajo, en rápidos agujereados de remolinos.
Pero desde el cabo final, y contra la costa misma, el agua remansa lamiendo lentamente el Teyucuaré hasta el fondo del golfo.
En dicho cabo, y a resguardo de un inmenso bloque para evitar las sorpresas del viento, encallamos la canoa y nos sentamos a esperar. Pero las piedras barnizadas quemaban literalmente, aunque no había sol, y bajamos a aguardar en cuclillas a orillas del
agua. El sur, sin embargo, había cambiado de aspecto. Sobre el monte lejano, un blanco rollo de viento ascendía en curva, arrastrando tras él un toldo azul de lluvia. El río, súbitamente opaco, se había rizado.
Todo esto es rápido. Alzamos la vela, empujamos la canoa, y bruscamente, tras el negro bloque, el viento pasó rapando el agua. Fue una sola sacudida de cinco segundos; y ya había olas. Remamos hacia la punta de la restinga, pues tras el parapeto del acantilado no se movía aún una hoja. De pronto cruzamos la línea --imaginaria, si se quiere, pero
perfectamente definida--, y el viento nos cogió. Véase ahora: nuestra vela tenía tres metros cuadrados, lo que es bien poco, y entramos con 35 grados en el viento. Pues bien; la vela voló, arrancada como un simple pañuelo y sin que la canoa
hubiera tenido tiempo de sentir la sacudida. Instantáneamente el viento nos arrastró. No mordía sino en nuestros cuerpos: poca vela, como se ve, pero era bastante para contrarrestar remos, timón, todo lo que hiciéramos. Y ni siquiera de popa; nos llevaba de costado, borda tumbada como una cosa náufraga.
Viento y agua, ahora. Todo el río, sobre la cresta de las olas, estaba blanco por el chal de lluvia que el viento llevaba de una ola a otra, rompía y anudaba en bruscas sacudidas convulsivas. Luego, la fulminante rapidez con que se forman las olas a
contracorriente en un río que no da fondo allí a sesenta brazas. En un solo minuto el Paraná se había transformado en un mar huracanado, y nosotros, en dos
náufragos, íbamos siempre empujados de costado, tumbados, cargando veinte litros de agua a cada golpe de ola, ciegos de agua, con la cara dolorida por los latigazos de la lluvia y temblando de frío.
En Misiones, con una tempestad de verano, se pasa muy fácilmente de cuarenta grados a quince, y en un solo cuarto de hora. No se enferma nadie, porque el país es así, pero se muere uno de frío.
Plena mar, en fín. Nuestra única esperanza era la playa de Blosset --playa de arcilla, felizmente, contra la cual nos precipitábamos; No sé si la canoa hubiera resistido a flote un golpe de agua más; pero cuando una ola nos lanzó a cinco metros dentro de
tierra, nos consideramos bien felices. Aun así tuvimos que salvar la canoa, que bajaba y subía al pajonal como un corcho, mientras nos hundíamos en la arcilla podrida y la lluvia nos golpeaba como piedras. Salimos de allí; pero a las cinco cuadras estábamos muertos de fatiga --bien calientes esta vez. ¿Continuar por la playa? Imposible. Y cortar el monte en una noche de tinta, aunque se tenga un Collins en la mano, es cosa de locos.
Esto hicimos, no obstante. Alguien ladró de pronto --o, mejor, aulló; porque los perros de monte sólo aúllan--, y tropezamos con un rancho. En el rancho habría, no muy visibles a la llama del fogón, un peón, su mujer y tres chiquilines. Además, una arpillera tendida como hamaca, dentro de la cual una criatura se moría con un ataque cerebral.
--¿Qué tiene? --preguntamos.
--Es un daño --respondieron los padres, después de volver un instante la cabeza a la arpillera.
Estaban sentados, indiferentes. Los chicos, en cambio, eran todo ojos hacia afuera. En ese momento, lejos, cantó el yaciyateré. Instantaneamente los muchachos se taparon cara y cabeza con los brazos.
--¡Ah! El yaciyateré --pensamos--. Viene a buscar al chiquilín. Por lo menos lo dejará loco.
El viento y el agua habían pasado, pero la atmósfera estaba muy fría. Un rato después, pero mucho más cerca, el yaciyateré cantó de nuevo. El chico enfermo se agitó en la hamaca. Los padres miraban. siempre el fogón, indiferentes. Les hablamos de paños de agua fría en la cabeza. No nos entendían, ni valía la pena, por lo demás. ¿Qué iba a hacer eso contra el yaciyateré? Creo que mi compañero había notado, como yo, la
agitación del chico al acercarse el pájaro. Proseguimos tomando mate, desnudos de cintura arriba, mientras nuestras camisas humeaban secándose contra el fuego. No hablábamos; pero en el rincón lóbrego se velan muy bien los ojos espantados de los muchachos. Afuera, el monte goteaba aún. De pronto, a media cuadra escasa, el yaciyateré cantó. La criatura enferma respondió con una carcajada.
Bueno. El chico volaba de fiebre porque tenía una meningitis y respondía con una carcajada al llamado del yaciyateré.
Nosotros tomábamos mate. Nuestras camisas se secaban. La criatura estaba ahora inmóvil. Sólo de vez en cuando roncaba, con un sacudón de cabeza hacia atrás.
Afuera, en el bananal esta vez, el yaciyateré cantó. La criatura respondió en seguida con otra carcajada. Los muchachos dieron un grito y la llama del fogón se apagó. A nosotros, un escalofrío nos corrió de arriba abajo. Alguien, que cantaba afuera, se iba acercando, y de esto no había duda. Un pájaro; muy bien y nosotros lo sabíamos. Y a ese pájaro que venía a robar o enloquecer a la criatura, la criatura misma respondía con una carcajada a cuarenta y dos grados. La leña húmeda llameaba de nuevo, y los inmensos ojos de los chicos. lucían otra vez. Salimos un instante afuera. La noche había aclarado, y podríamos encontrar la picada. Algo de humo había todavía en nuestras camisas; pero cualquier cosa antes que aquella risa de meningitis...
Llegamos a las tres de la mañana a casa. Días después pasó el padre por allí, y me dijo que el chico seguía bien, y que se levantaba ya. Sano, en suma.
Cuatro años después de esto, estando yo allá, debí contribuir a levantar el censo de 1914, correspondiéndome el sector Yabebiri-Teyucuaré. Fui por agua, en la misma canoa, pero esta vez a simple remo. Era también de tarde. Pasé por el rancho en cuestión y no hallé a nadie. De vuelta, y ya al crepúsculo, tampoco vi a nadie. Pero veinte metros más adelante, parado en el ribazo del arroyo y contra el bananal oscuro, estaba un muchacho desnudo, de siete a ocho años. Tenía las piernas sumamente flacas --los muslos más aún que las pantorrillas-- y el vientre enorme. Llevaba una vara de pescar en la mano derecha, y en la izquierda sujetaba una banana a medio comer. Me miraba inmóvil, sin decidirse a comer ni a bajar del todo el brazo.
Le hablé, inútilmente. Insistí aún, preguntándole por los habitantes del rancho. Echó, por fin, a reír, mientras le caía un espeso hilo de baba hasta el vientre. Era el muchacho de la meningitis.
Salí de la ensenada: el chico me había seguido furtivamente hasta la playa, admirando con abiertos ojos mi canoa. Tiré los remos y me dejé llevar por el remanso, a la vista siempre del idiota crepuscular, que no se decidía a concluir su banana por admirar la canoa blanca.


FIN






Read more...

El artista (Carne) ... por Teseracto

>> lunes, 14 de septiembre de 2009


Aunque no es de mi gran agrado esta poesía la voy a postear igual...





El artista (Carne)


El cuello caído,
las manos limpias
o el filo de su risa.

El brillo de la hoja
reflejó sus ojos.

Rompió con dientes
dulces piernas arcoiris.

Pudo cavar su agujerito
mientras la besaba.

Pintó rojos en su ropa...
y un manchón blanco en boca chica.

Arma casta, pura,
que deshace un cuerpo.

Transpira en la hondura
nicotina de su sexo.

El negro plástico
que envuelve un alma bonita.
Avioncito de puntillas que planeó
hasta la esquina.
(Ella ángel).

Solita,
tan solita que ni gritó...
Y un chorro gigante se seca
en la cama del artista.


Teseracto
14/09/09

Carne. Benjamín Novoa Longueira. 122 x 93 cm




Read more...

Índice y pulgar ... por Teseracto

>> lunes, 31 de agosto de 2009




Índice y pulgar

Imaginás el mar
y tus pies en una nube.
El sinfín imaginario corre entre latidos
y no estás para inspirar.

En la superficie,
un salvavidas se
co, amorfo:
derretido.

Tus brazadas te sostienen
(en lo profundo,
allá donde los besos fueron
siempre tuyos)
recordando eclipses
de una isla pe
ligrosa
o mágicamente exacta.

Pulgar,
el agua dispersa en tu universo
indice,
de un alfabeto inconexo.
El vacío de presión encierra
las ganas de espe
rar y de cubrirse insípida.

Callas a tu corazón con pesadillas
y rehúsas los oído
s como método.
(tu tamborcito no redoblará
en los festivales de mi sonrisa)
Sollozo perdido en la hondura
de una bañera.

Toces con tu mar.
Alquien golpea
y llora
detrás de una puerta.






Gracias a Viqui y a Iscariote...



Read more...

Capítulo 68 de Rayuela ...por Cortázar

>> martes, 11 de agosto de 2009

Rayuela. Capítulo 68

Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes. Cada vez que él procuraba relamar las incopelusas, se enredaba en un grimado quejumbroso y tenía que envulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo cómo poco a poco las arnillas se espejunaban, se iban apeltronando, reduplimiendo, hasta quedar tendido como el trimalciato de ergomanina al que se le han dejado caer unas fílulas de cariaconcia. Y sin embargo era apenas el principio, porque en un momento dado ella se tordulaba los hurgalios, consintiendo en que él aproximara suavemente sus orfelunios. Apenas se entreplumaban, algo como un ulucordio los encrestoriaba, los extrayuxtaba y paramovía, de pronto era el clinón, la esterfurosa convulcante de las mátricas, la jadehollante embocapluvia del orgumio, los esproemios del merpasmo en una sobrehumítica agopausa. ¡Evohé! ¡Evohé! Volposados en la cresta del murelio, se sentían balparamar, perlinos y márulos. Temblaba el troc, se vencían las marioplumas, y todo se resolviraba en un profundo pínice, en niolamas de argutendidas gasas, en carinias casi crueles que los ordopenaban hasta el límite de las gunfias.

Julio Florencio Cortázar



Para poder leer Rayuela On-line o descargarlo HACÉ CLIC ACÁ


Esto es lo que dice Wikimierda del Glíglico:

El glíglico es un lenguaje creado por Julio Cortázar y presente en su novela Rayuela, cuyo capítulo 68, que evoca una escena erótica, está completamente escrito en él. Se trata de un lenguaje musical que se interpreta como un juego, además de ser un lenguaje exclusivo, compartido por los enamorados, que los aísla del resto del mundo.
Aunque a primera vista parece carecer de sentido, una lectura más detallada permite ver que en realidad es bastante comprensible. El glíglico tiene la misma sintaxis y morfología que el español, usando palabras normales con otras inventadas pero reconocibles como sustantivos o verbos, y puntuando correctamente las frases. Una posible fuente de inspiración es el Jabberwocky de Lewis Carroll. Hay posibles antecedentes entre los poetas de la vanguardia latinoamericana, como Vicente Huidobro u Oliverio Girondo.



Si te da fiaca leerlo, acá lo tenés leído (en voz alta, obvio) por el mismísimo Cortázar:




Read more...

Sueños de Iridiscencia Femenina ...por Iscariote

>> domingo, 19 de julio de 2009

Sueños de Iridiscencia Femenina


“…Dicen que los sueños han muerto, que nadie más lo hace. No están muertos, sólo en el olvido. Sacados de nuestro idioma. Nadie los enseña, por lo que nadie sabe que existen. El soñador está desterrado a la oscuridad. Bueno, yo estoy tratando de cambiar todo eso, y espero que vos también. Soñando todos los días. Soñando con nuestras manos y soñando con nuestras mentes..”
Richard Linklater



“El cielo se presentará nublado, con posibilidad de chaparrones aislados…”

Nublado, gris, cerrazón, oscuridad, frío. Todos lo días iguales, todos domingos. El sofá y el polvo, los platos sucios y el televisor que no dice nada. Los ojos fijos en la pantalla que brilla sin coherencia. De a ratos cobran sentido las palabras, de a ratos los recuerdos se apoderan de todo. Y flotan en el aire las cavilaciones: recuerdos y pensamientos, pero ninguna solución ni anhelo, ya no queda ninguno. Nublado, triste, frío… y gris. Calculando cuáles habrán sido los errores, dónde y en qué momento se habrían dado. El sofá y su humanidad, su estática humanidad, su inmóvil presencia, su perturbada conciencia. Se ve a sí mismo en el pasado, en su antigua felicidad, dentro de ella: adentro y circunvalándola. El poder y la felicidad, la memoria y el sofá.

“El empresario paraguayo, víctima de secuestro, fue encontrado…”

¿Será el mismo canal que hace 5 horas? No importa. La indiferencia reina hasta los tuétanos. La ropa sucia en el piso y puesta en él. Cuánta asquerosidad. Un vino… Sí, una buena botella de vino, o tal vez una damajuana. Con eso desaparecería esta dispersión, esta disgregación, este vaivén mental que lo retorna una y otra vez a los perversos y depresivos divagues. Pero ¿Y si el alcohol rasga las heridas que no cicatrizan? Y la televisión que no lo distrae. Mejor quedarse en el sofá.

“River tiene que ganar sí o sí de local, para tener posibilidades…”

Un bostezo. La modorra, y la pesadez en los párpados: Morfeo lame con lujuria las neuronas. Por fin un respiro para el cerebro.

-----------------------------------------


El candoroso violeta del cielo danzaba sobre el tenaz verdor del pasto. Su infancia arribaba inmediatamente, trayendo consigo la perplejidad que lo sobrecogía en el campo de sus abuelos, cuando la luz del cielo resaltaba el verde de las plantas después de la lluvia. Pero aquellas visiones se componían de un cielo verdoso. ¿Por qué éste era tan contrastantemente violeta? Aunque esa no era la pregunta más apremiante ¿Qué hacía allí? ¿Cómo había llegado a este parque? El banco era lejanamente familiar y evocaba a los labios de Regina y su primer beso de 11 años. ¿Pero y el resto? ¿Acaso esos lapachos azules no eran de otro lugar, y tal vez lilas? No podía concentrarse, el baile de los colores era casi asfixiante.

- Hola, ¿tenés fuego?

Un fogonazo de conciencia que lo despeja del diabólico espectáculo cromático. No, en los bolsillos del pantalón, no. En los de la camisa, tampoco. Ahí tampoco. Sus manos pegaban saltitos autómatas sobre toda su ropa buscando un encendedor o una caja de fósforos que jamás existieron. Y cuando el “No, disculpame” ya estaba convertido en arcada, un misterioso cigarrillo apareció entre sus dedos. ¿Lo habría estado fumando ya de antes? Ahora era obvio que había sido una pregunta retórica porque lo tenía prendido.

- No encuentro el encendedor, tomá, prendelo con éste.

La mujer que lo había liberado de su ensoñación iridiscente aproximándosele desde atrás, ya estaba sentada a su lado.

- Está muy lindo el día, ¿verdad?
- Justamente en eso estaba pensando, nunca vi estos colores así.
- No suelo verte por acá.
- Eh… En realidad yo también estaba peguntándome cómo llegué acá..

¿Cuánto tiempo habría pasado estupefacto antes de que ella apareciera? Ahora le estaba devolviendo el cigarrillo. Los bucles negros, la tez blanquísima, como sacada de un cuadro de Goya; y el parque de impresionismo de fondo. Un inicuo truco para los sentidos. Ahora iba a quedarse idiotizado mirándola a ella. Una rápida medida para evitarlo sería preguntarse qué haría aquel incomprensible cigarrillo en sus manos. No fumaba desde el nacimiento de su segundo hijo, y su origen era tan extraño como su estadía en este alucinante paraje. Escapó del encantamiento visual de aquella hermosa maga mirando el pabilo, girándolo entre sus dedos y buscándole la marca. El resultado, igual de desconcertante: ni marca, ni ningún indicio esclarecedor. No quedó más remedio que volver a ella en busca de respuestas.

- ¿Y vos solés venir?
- Prácticamente vivo acá

Una media sonrisa que acentuó el enigma de la aseveración de la preciosa desconocida.

- Te juro que en serio le estoy dando vueltas a la cosa, y todavía no me explico cómo llegué acá.
- No te preocupes, te vas a ir en un rato.
- ¿Qué? ¿Y vos como sabés eso?
- Te dije que prácticamente vivo acá ¿Cómo no voy a saber lo que pasa? Pero quedate tranquilo, vas a volver pronto.

-----------------------------------------


De vuelta a la grisura, la ropa sucia y el sofá. ¿Qué significaría el sueño? ¿Quién sería esa mujer? Nunca se sueña con personas desconocidas, por lo menos no con tanto detalle, sin embargo estaba seguro de que a ella no la había visto nunca. Era divina, con sólo tratar de recordar los detalles de sus facciones, desaparecía el amargo sabor del fracaso, ese infaltable gusto que saboreaba su alma todos los días al despertarse. El intento de hilvanar los cabos de memoria, que le daban forma al sueño, y las ganas de volver. Todos los días iguales, todos domingos… pero éste no. Las ganas de seguir durmiendo eran igual de intensas, pero por razones radicalmente distintas. ¡Qué sueño tan vívido! Pero la somnolencia había desaparecido por completo. Lo esperaba la caja boba que escondía detrás de su velo de luz a su falta de interés, y a su compulsivo afán de autoflagelarse con ensimismamientos destructivos. El aburrimiento, y seguir liquidando el dinero que quedaba del divorcio para comer algo. Tendría que salir a buscar trabajo, pero quién contrataría a un empresario fracasado y ya estaba muy viejo para empezar de cero. Volvía la rutina y paulatinamente el interés mermaba: el eco de “vas a volver pronto” se iba difuminando a medida que las arenas corrían.

“El ministro de economía hará importantes anuncios…”

¿Será el mismo canal que hace 5 días? Los irregulares pensamientos hacían metástasis en su calvario cotidiano. Treintaisiete años… ¡37 años! Y el peso de la experiencia y sufrimiento de un anciano sobre los hombros.

“Fresco por la mañana, cálido por la tarde, con cielo despejado…”

Un bostezo. Un bostezo y la lengua de Morfeo.

-----------------------------------------


Definitivamente esto no podía ser fruto sólo de su mente. ¡Estupefacientes colores! El parque, el banco… y ella. Del mismo lado y las palmaditas en dónde lo estaba invitando a sentarse.

- ¿Ves? Te dije que ibas a volver.
- Esto es increíble, me habían contado casos donde se continuaba con sueños de noches anteriores, pero a mí nunca me había pasado.
- ¡Jajaja! Vos nunca le diste mucha bola a los sueños ¿verdad?
- La verdad es que no.
- Y seguramente tampoco te diste cuenta de que estabas soñando durante algún sueño.
- ¡No! Tenés razón. Si no me lo decías no me daba cuenta. ¡Es cierto! Estoy en un sueño. ¡Jajaja!

No dejaba de examinarlo de arriba a abajo con la siniestramente dulce mirada de esas sombrías ninfas. Esas mismas de las cuales no nos percatamos que tienen tanto el poder, como las aviesas intenciones de someternos a su impenetrable burbuja de cariño, hasta que es demasiado tarde.

- Ahora seguro vas a querer experimentar con la onironáutica.
- ¿Oniro qué? ¿Qué es eso?
- Onironáutica. Los onironautas son los que se dan cuenta de que están soñando mientras lo hacen, y lo usan para manipular la realidad del sueño.
- ¡Qué hijo de puta! Hasta tiene nombre eso ¡Jajaja! ¿Y qué se puede hacer manipulando los sueños?
- Yo que sé, lo que vos quieras. Podés volar, cambiar el mundo físico que te rodea, conversar con Albert Schweitzer, tener el sexo que quieras… Jejeje. Ya te digo: lo que quieras.
- ¡Jajaja! O sea que puedo hacer lo que quiera contigo ahora mismo.

El oportunismo animal, y el humor criollo le daban vida de vuelta a las marchita venas de las ideas después de tanto tiempo.

- Puede ser. Aunque ya te dije, yo estoy acá siempre, y como que ya tengo cierto control también.

No podía esperar un retruco menos fino de esos ígneos ojos, por lo que un justo cálculo antes de la réplica no estaría de más.

- Está bien así, voy a dejarlo fluir.
- Podés probar. Pensalo, porque te estás por ir de vuelta.
- ¿Qué? ¡Qué cagada! No era en serio lo de hacer lo que se me cantara.
- ¡Jajaja! Quedate tranquilo.
- ¿Pero voy a volver?
- Sí, no te preocupes.

-----------------------------------------


El televisor encendido, y el sofá: ¡el puto sofá!!! ¡Qué desgracia estar despierto! Tenía que dormir de vuelta, tenía que verla de nuevo. ¿Qué podía hacer? Un salto desde la inmovilidad y directo a la farmacia. En casa después de media hora. ¿Será que una sería suficiente? Mejor dos, para asegurar el efecto. ¡Qué milagro de la ciencia! Cuán perceptible era la forma en cómo el mundo se iba desmembrando como un mendrugo de pan que cae por migajas al café con leche onírico.

-----------------------------------------


El cielo violeta, el pasto estremecedoramente verde, el banco de sus 11 años, todo como esperaba, pero ningún indicio de ella. El desconsuelo y a sentarse al banco a lamentar el desencuentro. Sí, del mismo lado de siempre. ¿Pero y eso? ¿Una carta? Tenía su nombre escrito:

“Sé que hiciste trampa para venir hoy, pero no te preocupes, no falté a nuestra cita por eso. Me parece que tenés que todavía no entendés esto, y te voy a dejar ver un poco más. Por eso, te espero en el muelle. Seguí la calle de los árboles con flores azules y lo vas encontrar”.

Era tan difícil mantener la concentración de cuál era el destino de sus pies, con la distracción que producía esa lluvia azul. Un florecer de cerezos en Tokio visto a través de un zafiro. ¡Lapachos en Tokio!¡Y azules! Hasta las imaginerías y ocurrencias se fundían con la belleza de esa avenida de añil. Y como si hubiera sido poco el paseo, el arribo al muelle lo dejaría aún más atónito ¡Una alucinación de cucumelo!!! ¿Cuándo se vio un horizonte que engarce un mar rojizo con nubes azul verdosas? ¡Y ella!!! Ella y su soledad. Ella y su soledad, esperándolo. Una conmoción igual a la que no tenía desde sus 22 años.

- No podés tomar pastillas para dormir cada vez que quieras venir.
- ¡Esto es hermoso! Te juro que me da piel de gallina todo esto.
- Sí, ¿verdad?... Pero te hacés el boludo y no me decís nada de las pastillas.

Sólo el silencio, y su indescriptible gesto que mezclaba asombro e intenciones de esquivar la inmediata inquisición le respondieron por 5 minutos, pero luego de sentarse se aflojó, y pudo sentir lo que hacía tanto tiempo estaba esperando: compartir, y dejar de cargar solo su pesar.

- No tengo mucho que hacer del “otro lado”.
- ¿Por qué decís eso?

- Mi vida está arruinada, perdí todo.
- ¿Qué es lo que perdiste? ¿Qué te vapuleó tanto por eso querés estar tan lejos de tu realidad?
- Estuve casado quince años, y mi mujer se fue con mi mejor amigo, que lastimosamente era mi contador, y me quedé en pelotas…
- ¿Y?
- Se llevó todo a Europa, la guita, los hijos, todo…
- ¿Tenés hijos?
- No, ya no más… No te imaginás lo que es esto.

Sin siquiera percibir su mirada, era sobrecogedor el afecto con que ella hacía que se abrazaran sus almas. Era otra persona, un humano igual que él, y no sólo el fruto de su mente.

- Creo que no, pero trato de entender… ¿Y me imagino que la querías a ella?
- No, no te imaginás. Era mi razón de ser.

- Algo debe haber que puedas encontrar para que te saque del pozo, sólo tenés que pensar.
- Eso es lo más hijo de puta de todo. Soy plenamente consciente de eso, pero en cuanto me pongo a tratar de idear una solución se me vienen los recuerdos encima y me dominan las emociones. Yo siempre fui un tipo frío, hice montones de guita sin que me importara nada, pero ahora soy una piltrafa humana. Amasé una fortuna para mi familia; que entre paréntesis: creo fue el momento en que no me di cuenta de que estaba perdiendo lo único que me importaba.
- ¿Por qué decís eso?
- Perdí la objetividad de las cosas. Me olvidé de que la guita es un medio y no un fin, y le puse toda mi atención y tiempo a eso, y no la cuidé a ella. Ni a ella, ni a los chicos.

- Qué feo…

Lo miraba fijamente y se les escurrían las ganas de contenerlo entre sus brazos. Pero decidió esperar en silencio y decirle:

- Pero ya está, ahora tenés que tirar para adelante.

Ahora el silencio era de él, que estaba decidiéndose a ser franco y encarar la situación:

- Eso es lo que estoy haciendo.
- ¿Cómo? ¿Tomando pastillas para no estar despierto?
- Justamente así lo estoy haciendo.

Si fuera posible traducir las miradas en palabras, entonces éstas últimas no cumplirían su insignificante misión de contener la intensidad de las emociones que sólo los ojos saben plasmar.

- Me gustás mucho, me siento bien acá.
- Pero yo soy una mina de tus sueños y sólo eso.

- Te prometo que no voy a volver a tomar pastillas para venir.

- Vos también me gustás… Por eso estoy acá.

-----------------------------------------


Muslos y hojas. Un primer plano de albos muslos con el desenfocado fondo de manchas azules y verdes. Flores en el pasto. Y a medida que subía la vista por aquellas piernas, la fuga en La menor se palpaba con los ojos llenos de tierna lascivia. Y aquel apetito de volver a estar dentro de ella para sentirse dueño de ese cuerpo se amalgamaba con la sutil necesidad de cobijarse en él, y estar protegido.

- Te dije que le ibas a sacar partido a esto de la onironáutica.
¿Cuándo te pusiste a hacer el amor en medio de un parque a esta hora del día? Jajaja..

- ¿Hacer el amor?

- Mmm… no me rompás de vuelta con tus chistes.

- No, no te enojes. Sabés que no me puedo aguantar al tira y afloje.

- Mmm… Si sabía que ibas a pasar de ser un escracho a hacerte el vivo cada vez que puedas, no te daba bola en primera instancia.
- Sabés lo que te quiero. Y lo adicto que me volví a vos.

Y el resultado: los ojos de ella llenos de desdén, y sin embargo derritiéndose el alma con materna lujuria que provocaba la viveza de las travesuras de su compañero.

- Sos un pelotudo, eso es lo que sos.
- Che, en serio. ¿Hace cuanto estamos así?
- Yo que sé.

La conversación que tenían las yemas de sus dedos con la piel de ella, hacía que cualquier palabra quedara demás. ¿En qué estaría pensando cada uno de ellos? Se miraban, se tocaban, comulgaban. Y eran hermosos, y sólo eso imporataba.

- Che, ¿vos decís que soy una construcción mental tuya a partir de las mujeres que tuviste?…
- ¿Qué?!!!
- Y sí, que tenga ese rasgo de ella, o este rasgo de aquella…
- ¿De quién? ¿De mi mujer? Vos sabrás si vivís acá adentro.
- No te hagás el pelotudo, no íbamos a estar así si supiera todo de vos, sabés lo que me gusta descubrirte.
No es eso. Yo que sé, a lo mejor soy tan impulsiva como tu mejor amante, o tan comprensiva como tu mujer, cuando te enamoraste de ella, eso es lo que quiero saber.
- Y no sé… Lo único que puedo decirte es que jamás me sentí así estando despierto…

-----------------------------------------


“No se prevé la retirada de las tropas de Irak hasta…”


No, definitivamente no eran aquellas noticias las que le generaban ese dolor de cabeza. Ya hacía un par de días que los estaba experimentando al despertarse, y a medida que iban pasando, las jaquecas parecían prolongarse un poco más. Como si no fuera suficiente la condición abominable de su realidad, ahora tenía que sufrir esta tortura física sin motivo aparente. Los sacos de té de pasionaria y valeriana inundaban la mesa: prometió no volver a tomar pastillas para ir, pero este estadio era cada vez más insoportable, y en contrapartida, la alegría que sentía estando con ella era inmensa.

“El gobernador de la provincia será imputado por…”

¿Cuántas generaciones y pruebas de ensayo y error habrían tomado a las culturas autóctonas, aprender y dominar cada uno de los efectos de las hierbas? Sentía relajarse, pero sabía que por más que ingiriera litros de aquel brebaje, no conseguiría el inmediato efecto de los fármacos. Cuando por fin había podido condicionar con la práctica su estado de vigilia a las horas estrictamente necesarias, ahora aparecía este mal que lo retrasaba a acudir a su cita diaria con la felicidad.

-----------------------------------------


- ¿Qué te pasa? Te noto preocupado.
- Es que me anda costando dormir.
- ¿Y comés bien?
- Sí, sí.
Pero no es eso.

- ¿Qué más? No es sólo eso lo que te pasa.

- Tengo unos dolores de cabeza raros.
- ¿Ahora?
- No, cuando estoy despierto. Y me preocupa que cada vez son más largos…

-----------------------------------------


“El histórico manifiesto del Papa Juan Pablo II, hoy se vió empañado…”

El triste consuelo de saber que su cuerpo no aguantaría mucho más, y de que en algún momento tendría que dormir. La jaqueca ya va a pasar. Ya pasaron varios días sin visitarla. ¿Se estará preocupando? ¡Qué dolor de cabeza de mierda! Ya debe estar muy preocupada…

“…en la franja de Gaza…”

Estaba comprometido a no volver a hacerlo, pero esta era una situación muy particular ¿Cuántas serían suficientes sin que el resultado sea fatal? No podía seguir sin ir, hoy hacía un año de que estaban juntos…

“A cinco fechas d… sólo… espe… f… l…”

Pareciera que ya fueron muchas. El delirio lo llevó a desvanecerse estrepitosamente en la puerta del departamento de al lado.

-----------------------------------------


- ¿Qué te pasó?!!!
- Creo que me internaron, recién ahora puedo dormir.
- Me estás tomando el pelo. ¿Qué te pasó?
- Es en serio, me parece que estoy internado ahora, hace 5 días que no podía dormir por un dolor que me partía la cabeza, y no me banqué más, me tomé todo de la desesperación, y se me hace que estoy en el hospital…
- Lo escuché a un doctor, pero no entendí nada… ¿Qué hiciste?!!!
- Ahora ya no importa, ya estoy acá contigo…
- Claro que no, te están administrando algo para que reacciones. ¿No te das cuenta?
- ¿Qué?!!!

-----------------------------------------


¿Cómo podía ser tan drástico el cambio? La luz, los colores, el dolor. ¿Cómo podía el mundo que nutría su vida onírica ser tan ajeno a esta realidad? Veía al doctor al costado de su cama, rodeado de una bruma blanquecina, y el dolor de cabeza estaba ahí, tan presente como antes de volver con ella.

- Me informaron, Licenciado, de que no tiene parientes ni amigos a quienes podamos acudir.

- ¿Ya me administraron algún sedante?
- Estuvo inconsciente tres días, tuvimos que administrarle un fármaco que lo vuelva a la conciencia.
- ¿Y?

- ¿Señor, hace cuantos días no duerme?
- Una semana más o menos, ¡¿Para qué carajo me despertaron si hace una semana no duermo?!!!

- Le hicimos varios estudios cuando llegó.
- También tuve unos dolores de cabeza que me la partían.

- Así es, eso se correlaciona perfectamente con los resultados.
- ¿Y? ¿Cuáles son?
- Es una situación complicada.

- No me guitarree, doctor, vaya al grano.

- Bueno, se lo digo sin vueltas, descubrimos un tumor que se aloja en su lóbulo frontal.
- ¿Y? ¿Me pueden operar?
- Lastimosamente no podemos operarlo sin correr serios riesgos de dejarlo incapacitado irremediablemente.
- ¿A qué se refiere?
- Corremos el riesgo de dejarlo incomunicado con el mundo, no llegaría a estar en un estado vegetativo, pero si en una especie de coma indefinido.
- ¿Cómo en un sueño?
- Exacto.
- ¿Y esa operación cuánto me costaría?
- El departamento de investigación neurológica de la Universidad correría con los gastos por tratarse de un caso tan atípico y la posibilidad de estudiarlo, pero si quiere mi opinión personal, yo no se lo recomendaría. Los riesgos son muy serios.


- Me juego, no pienso volver a estar sin dormir.

-----------------------------------------


¿Genuflexo? ¿Jugado? ¿Cobarde? ¿Intrépido? Sería la típica duda que rondaría al qué dirán de la decisión de un suicida. Los hombres con fe esperarían un lugar mejor en su Paraíso, Valhala, o Nirvana (ya que todos se creen buenos, y ninguno espera el Averno) ¿Y los que no tienen fe?
¿Es un suicidio entregarse a la posibilidad de dejar esta vida para ir a un lugar sabidamente satisfactorio? ¿Qué más podía entregarle este injusto mundo? Este mismo mundo que lo obligó a seguir las reglas y a hacerse consensuadamente exitoso dentro de ellas. El hastío, el egoísmo, la felicidad, el confort. Humano, sólo humano, al fin y al cabo.

¿Y si salía vivo de la operación? ¿Y si el tumor era la causa de la existencia de ella? No podría soportar perderla a ella también. Su ilusión, su sueño, su alegría. ¿Pero acaso cada circunstancia de la más tangible realidad material no es una ilusión que crean la percepción y las emociones al respecto? En definitiva, era lo mismo. Amor, la más grande, acogedora y extasiante ilusión.

-----------------------------------------


Las palmas de sus manos. Las palmas de sus manos abiertas al cielo y entre sus piernas. Podía verlas, y las veía con esos colores que tan vivos lo sobrecogían. Sentado como indio en el césped de la materia intangible que conformaban sus sueños. Al levantar la vista, sus lapachos lo esperaban con bríos renovados, como si estuviesen preparados a acompañarlo por el resto de la esta, que sería una reconfortante eternidad. Y su olor. Podía sentir el olor de su maga en el inmediato ambiente. La inmensidad del sentimiento de amparo no le permitía levantarse a buscarla. Se sabía a salvo.
Una tenue calidez de aliento que llegaba a sus espaladas, invadió su oreja izquierda, y un inmediato beso en la sien acompañó al posterior “Ya estás acá” de bienvenida. Y cuando los brazos de ella lo rodearon, las lágrimas de júbilo fueron incontenibles.

- ¿Qué pasó? No zafé, ¿verdad? Decime que no zafé.

Qué cálidas sentía esas caricias en su rostro. Qué invasiva era la emoción que le generaba esa mirada de lisonja.

- No pienses en nada. Ya estás acá, ahora.
- Decime qué pasó. ¿Salió como dijo el doctor, no? ¿Me quedo? ¿Me quedo acá contigo?
- Sí, salió así.

La fulgurante eternidad de un instantáneo beso perpetuo, que podía durar lo mismo que el majestuoso aleteo de un colibrí o una condena de por vida.

- Me quedo, ¿verdad? Decime que me quedo.
- Te quedás conmigo, mi amor.
- Es para siempre, ¿verdad? Decime que no tengo que volver.
- No. Por lo menos no hasta que te despiertes.






Read more...

Heavier Than Heaven en Español... por Cross

>> miércoles, 15 de julio de 2009

Kurt Cobain: La biografía




Durante cuatro años, el periodista Charles Cross realizó más de 400 entrevistas y tuvo acceso al diario íntimo y a las numerosas cartas que Kurt Cobain solía escribir pero nunca enviaba. Lejos de los análisis sociológicos y del embelesamiento con la figura del rock sta
r, Heavier than Heaven, la biografía que acaba de publicar, reconstruye minuciosamente la vida de la última estrella que dio el rock: su infancia entre rifles y porros; su adolescencia en la calle; la vez que vendió armas para comprar amplificadores; su crónico dolor de estómago y su adicción a la heroína para aliviarlo; el origen de sus musas; y la certeza que tenía desde los catorce años: llegar a la cima del rock y morir en la gloria.La historia es la de una lenta agonía. También es una tragedia americana, pero no una tragedia épica de grandes espacios y rutas infinitas, sino la de un pueblo pequeño y prejuicioso, la tragedia doméstica del adolescente suburbano atrapado por la mediocridad. Heavier than Heaven puede ser la biografía definitiva sobre Kurt Cobain: mientras otros y numerosos libros se detienen en Cobain como símbolo y artista, el periodista Charles Cross prefirió ignorar las horas de grabaciones, las cifras de ventas y la mirada de crítico de rock para adentrarse en Kurt Cobain hombre. Heavier than Heaven es angustiante: es una letanía de drogas, intentos de suicidio y el sufrimiento de un hombre que transformaba en canciones su dolor. Cross, que fue editor de The Rocket, la revista de Seattle que le dio su primera tapa a Nirvana investigó durante cuatro años, hizo 400 entrevistas y tuvo acceso al diario íntimo y las numerosas cartas que Kurt Cobain solía escribir pero nunca enviaba. “Hubo momentos de gran felicidad”, escribe en la introducción, “como cuando escuché un tema inédito llamado ‘You Know You’re Right’, que creo es la mejor composición de Kurt. Pero por cada descubrimiento maravilloso hubo momentos de insoportable pena, como cuando tuve la nota suicida de Kurt entre mis manos: Courtney la guarda en una caja con forma de corazón, junto a un mechón de su cabello”.






Read more...

El bronceado de Soles o Lucianita ...por Teseracto

>> sábado, 20 de junio de 2009



El asunto es que no sé porque salió esta poesía, pero trata de Lucianita, una de las tantas prostitutas adolescentes de latinoamérica que caen en nuestro país.


A las putas que no eligieron serlo
y también para las que dicen haberlo elegido...







El Bronceado de Soles o Lucianita


Faltaba más... y sería la duda
un trago de vidrio soplado.

También las almas etílicas
que sobran para los quemados,
(como pobres fósforos que buscan las yemas)
completaban una medida sobre la entrepierna.

No faltaban las lenguas ásperas
sobre las orejas lechosas de fango aquietado,
en donde corazones satisfechos sólo piden Soles,
mientras las monedas vuelan como las risas asustadizas
o mis ojos revueltos como pluma de almohada.

Tampoco faltaba mi libido que se retuerza sobre aquella piel
y que mis dedos juntasen cada tecla de ese instrumento desafinado,
que quieran llevárselas al teatro donde se sentían alaridos, aullidos y gemidos
de bocas blasfemas, curiosas o asquerosas...

Fangosos de amor que les falta orgullo o decencia
Recorrían el antro sostenidos de un whisky mojado
(como mi libido)
riéndose por detrás de la puerta del sanitario
y deseando a la piba que chupa un hielito sobre aquella banqueta.

(“Mirala como nos falta el respeto”…)
Son verdaderos demonios en su infierno chiquito,
las billeteras que rugen verdades,
como leones de domadores escuálidos
o sierras de carnicería barata.

Nada falta ni su miedo.

Su rimel se corría delicado
sobre pupilas que vibrantes se mean,
y entre futuros de lunas corrompidas
percatarse de su belleza era un cuento.

Podría ser mi musa después de besarla
(tiempo pasado),
pero lloraba mejor por los minutos que derrocharon
mis Soles gritones en una cama,
o el fósforos que roza sus uñas sonriendo... contando.

Sólo me faltaban las náuseas,
las juezas que me condenarían al infierno placentero,
después de los besos austeros de una boca blasfema
y demasiado pendeja.





Read more...

Sobre las 18 ... por Teseracto

>> martes, 16 de junio de 2009


Hola muchachos, estoy de nuevo con ustedes para dejarles una poesía que hice para mi taller de lírica... No se si es buena pero quiero compartirla con ustedes

Les cuento que está basado en una noticia que encontré sin querer en la pagina del diario. Acá está para que la lean... (es cortita no sean vagos)



Dedicado a las mujeres kamikazes...



Sobre las 18
(Práctica sobre las velas)



Las luces reales nos pintan poco,
prendamos velas negras y verdes que nublen


Amor,
que debe ser lo religioso
aquello que comentan,
cuando nos encuentran en una banquina.


Prendamos velas con carne,
Sí, quiero... si quieres
volvámonos grito una tarde
o dos velas verdes, sobre el camino.


¿Qué son los gritos religiosos
o los ritos de fuego loco?
Si uno nace humano y se vuelve brasa con poco combustible.
Si calcinado cuando te acuestas recreas al dedo sobre la hornalla.
Andá y hace la prueba:
la lluvia sin gasolina nada prende.


"Averiguación causales de muerte",
¿Quién escribió eso?
seguro que quiere seguir siendo humano
y amar a veces un poco,
acostumbrado,
a los besos tranquilos
y los gritos vivos,
si saber nada de gritos felices
o de desencarnarse sufriendo.


Read more...

Informe sobre ciegos ...por Sábato

>> lunes, 8 de junio de 2009

Autorretrato. Ernesto Sábato.

Extracto del "Informe sobre Ciegos"


No soy teólogo y no estoy en condiciones de creer que estos poderes infernales puedan tener explicación en alguna retorcida Teodicea. En todo caso, eso sería teoría o esperanza. Lo otro, lo que he visto y sufrido, eso son hechos.

Pero volvamos a las diferencias.

Aunque no: hay mucho todavía que decir sobre esto de los poderes infernales, porque acaso algún ingenuo piensa que se trata de una simple metáfora, no de una cruda realidad. Siempre me preocupó el problema del mal, cuando desde chico me ponía al lado de un hormiguero armado de un martillo y empezaba a matar bichos sin ton ni son. El pánico se apoderaba de las sobrevivientes, que corrían en cualquier sentido. Luego echaba agua con la manguera; inundación. Ya me imaginaba las escenas dentro, las obras de emergencia, las corridas, las órdenes y contraórdenes para salvar depósitos de alimentos, huevos, seguridad de reinas, etcétera. Finalmente, con una pala removía todo, abría grandes boquetes, buscaba las cuevas y destruía frenéticamente: catástrofe general. Después me ponía a cavilar sobre el sentido general de la existencia, y a pensar sobre nuestras propias inundaciones y terremotos. Así fui elaborando una serie de teorías, pues la idea de que estuviéramos gobernados por un Dios omnipotente, omnisciente y bondadoso me parecía tan contradictoria que ni siquiera creía que se pudiese tomar en serio. Al llegar a la época de la banda de asaltantes había elaborado ya las siguientes posibilidades:

1.° Dios no existe.

2.° Dios existe y es un canalla.

3.° Dios existe, pero a veces duerme: sus pesadillas son nuestra existencia.

4.° Dios existe, pero tiene accesos de locura: esos accesos son nuestra existencia.

5.° Dios no es omnipresente, no puede estar en todas partes. A veces está ausente ¿en otros mundos? ¿En otras cosas?

6.° Dios es un pobre diablo, con un problema demasiado complicado para sus fuerzas. Lucha con la materia como un artista con su obra. Algunas veces, en algún momento logra ser Goya, pero generalmente es un desastre.

7.° Dios fue derrotado antes de la Historia por el Príncipe de las Tinieblas. Y derrotado, convertido en presunto diablo, es doblemente desprestigiado, puesto que se le atribuye este universo calamitoso.

Yo no he inventado todas estas posibilidades, aunque por aquel entonces así lo creía; más tarde, verifiqué que algunas habían constituido tenaces convicciones de los hombres, sobre todo la hipótesis del Demonio triunfante. Durante más de mil años hombres intrépidos y lúcidos tuvieron que enfrentar la muerte y la tortura por haber develado el secreto. Fueron aniquilados y dispersados, ya que, es de suponer, las fuerzas que dominan el mundo no van a detenerse en pequeñeces cuando son capaces de hacer lo que hacen en general. Y así, pobres diablos o genios, fueron por igual atormentados, quemados por la Inquisición, colgados, desollados vivos; pueblos enteros fueron diezmados y dispersados. Desde la China hasta España las religiones de estado (cristianos o mazdeístas) limpiaron el mundo de cualquier intento de revelación. Y puede decirse que en cierto modo lograron su objetivo. Pues aun cuando algunas de las sectas no pudieron ser aniquiladas, se convirtieron a su turno en nueva fuente de mentira, tal como sucedió con los mahometanos. Veamos el mecanismo: según los gnósticos, el mundo sensible fue creado por un demonio llamado Jehová. Por largo tiempo la Suprema Deidad deja que obre libremente en el mundo, pero al fin envía a su hijo a que temporariamente habite en el cuerpo de Jesús, para de ese modo liberar al mundo de las falaces enseñanzas de Moisés. Ahora bien: Mahoma pensaba, como algunos de estos gnósticos, que Jesús era un simple ser humano, que el Hijo de Dios había descendido a él en el bautismo y lo abandonó en la Pasión, ya que si no, sería inexplicable el famoso grito: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” Y cuando los romanos y los judíos escarnecen a Jesús, están escarneciendo una especie de fantasma. Pero lo grave es que de este modo (y en forma más o menos similar, pasa con otras sectas rebeldes) no se ha revelado la mistificación sino que se ha fortalecido. Porque para las sectas cristianas que sostenían que Jehová era el Demonio y que con Jesús se inicia la nueva era, como para los mahometanos, si el Príncipe de las Tinieblas reinó hasta Jesús (o hasta Mahoma), ahora en cambio, derrotado, ha vuelto a sus infiernos. Como se comprende, ésta es una doble mistificación: cuando se debilita la gran mentira, estos pobres diablos la consolidaban.

Mi conclusión es obvia: sigue gobernando el Príncipe de las Tinieblas. Y ese gobierno se hace mediante la Secta Sagrada de los Ciegos. Es tan claro todo que casi me pondría a reír si no me poseyera el pavor.


"Sobre Héroes y Tumbas", páginas 214-216, Ernesto Sábato.

Read more...

El Dr. Sultán ...por Iscariote

>> martes, 2 de junio de 2009

El Dr. Sultán


"Hey, listen! Listen! Listen, man! listen, man!
I don't know how many you people believe in astrology...
Yeah, that's right...that's right, baby, I...
I am a Sagittarius... The most philosophical of all the signs...
But anyway, I don't believe in it, I think it's a bunch of bullshit, myself
But I tell you this, man, I tell you this, I don't know what's gonna happen, man,
but I wanna have my kicks before the whole shithouse goes up in flames...
Alright!"


(¡Che, loco! ¡Escuchen! No sé cuántos de ustedes creen en la astrología...
Sí, ¡así es, nena! Yo soy Sagitario, el más filosófico de todos los signos...
Pero de todos modos, yo no creo en eso, creo que es un montón de pelotudeces...
Pero les digo esto, loco, no sé que va a pasar...
pero voy a divertirme antes de que todo este lugar de mierda arda en llamas... ¡Vamos!)

Jim Morrison


Cuando llegó al pueblo el protagonista de nuestra historia, tras haber sido prácticamente expulsado de donde vivía anteriormente, no tuvo mejor opción que ponerse a laburar en el único periódico que había en el lugar. Sus primeros encargos fueron cubrir la actividad del clima en la zona rural, tales como registrar las mediciones de los pluviómetros y cosas por el estilo, pero como era un mitómano diagnosticado, siempre que volvía con los datos del comportamiento del clima en los últimos días, hasta el más zonzo podía darse cuenta de que todos estaban falseados y no tenían nada que ver con lo que pasaba en realidad.
La misericordia del editor le permitió quedarse y cubrir la sección de pronósticos astrológicos, para lo que nuestro héroe no tuvo el menor inconveniente, ya que usando un poco de imaginación propulsada por sus mentiras involuntarias, se mandaba unos desvaríos que ni el mismísimo “Corta y pega” del Dr. Bucay alcanzaría.
Tras unas semanas de relativa paz, los lectores del diario empezaron a llamar y a mandar cartas elogiando la precisión de las predicciones de su autoría, y él, ni corto ni perezoso, viendo que la fama de su horóscopo crecía, decidió ponerse un “consultorio” de astrología y empezó a llamarse a sí mismo el Dr. Sultán.
Y aunque hasta ahora todavía no es sabido si la exactitud con que sus predicciones pegaban en el blanco fue debida a un mero desfasaje estadístico de probabilidades azarosas o una especie de psicosis de sugestión colectiva que se dio en el pueblo tras un extraño caso que involucraba a la hija del Intendente, la verdad es que los vaticinios eran todo un éxito. Esta chica, la escandalosa hija del Intendente Rojas, quien era la diva designada del pueblo (a falta de abundancia de mujeres de familia respetable más o menos presentables), había sufrido un extraño accidente en las afueras del pueblo, del cual había salido afortunadamente ilesa, tal como lo pronosticaba su horóscopo del día: “Sagitario: un extraño acontecimiento desafortunado, cuyas causas están fuera del entendimiento y más allá de lo obvio, sucederá durante el día, pero la buena suerte se presentará y usted saldrá airoso de dicha situación”.
Resulta que durante la tarde, el viejo Domínguez daba una vuelta por su campo, cuando unos movimientos en los arbustos le llamaron la atención, y tras pegar los esperados alaridos de “¿Quién anda ahí?” decidió ir a inspeccionar. Cuan grande fue su sorpresa cuando detrás de la fronda encontró a la joven Rojas totalmente en pelotas, y tras inquirirle qué le había pasado, ésta le respondió que no tenía la más pálida idea y alegando una misteriosa pérdida de memoria le agradeció inmensamente que la haya encontrado.
Era muy obvio que la fatídica historia se iba a difundir en el pueblo más rápido que el chisme de la supuesta muerte de un famoso sano y salvo, por lo que la perspicaz jovencita no tardó en dar una declaración pública de lo sucedido y explicar que dando un paseo por el campo, le ocurrió el “extraño acontecimiento” del que el horóscopo ya le había advertido y que, tal cual como seguía la predicción, tuvo la suerte de ser rescatada por el viejo Dominguez, quien dicho sea de paso, obnubilado por los atributos de la Rojas, no pudo percatarse de cómo dos mecánicos desnudos del Taller de Díaz se escabullían furtivamente de la maleza.
Volviendo a nuestro, ahora denominado Dr. Sultán, hay que resaltar que la apertura del “consultorio” fue más que beneficiosa para la economía del amigo. Los pueblerinos acudían hasta a las horas más insólitas, solicitando consejo con respecto a la suerte que les tocaría en el, o los, días siguientes. Y en vista del progreso de la empresa, los pocos, pero certeros, conocimientos de mercadeo del eficientísimo Dr. Sultán no quedaron rezagados. Al poco tiempo se podían encontrar en venta en su local: amuletos, talismanes, atrapa-sueños, sahumerios, etcétera, etcétera. Y por supuesto, lo que significaba la publicidad que le brindaba a su negocio las predicciones del horóscopo del diario, hacía que él las redactara prácticamente gratis.
Pasaban los meses, y la fortuna amasada por el Dr. Sultán le permitió convertirse en el accionista mayoritario del único medio impreso del pueblo, el mismo periódico donde empezó a trabajar al llegar al pueblo, y convertirlo en una especie de catálogo de los servicios esotéricos que se brindaban en su establecimiento. La fama del consumo de astrología que había en el pueblo se propagó rápidamente a otros municipios vecinos y pronto empezó a arribar la competencia comercial. Esto mucho no le preocupó a nuestro personaje, dado el prestigio que implicaba ser el pionero del rubro en el lugar y la difusión asegurada de sus servicios.
Fue una noche que, relajado en la piscina de su casa nueva junto a dos hermosas aprendices recién llegadas de la capital, le sucedió la cosa más extraña: alzó la vista y miró al cielo, y cuando recordó que ese día había una conjunción astronómica entre Saturno, Júpiter, Marte, La Tierra, Venus, Mercurio y el Sol, fenómeno que no se daba hace dos mil años, su mente de golpe quedó totalmente en blanco y sólo después de unos largos minutos pudo volver en sí.
Vio a sus dos compañeras sobre él, tratando de regresarlo a la consciencia, e inmediatamente tuvo la visión de verla a una de ellas embarazada de él y a la otra hojeando los libros de contabilidad del negocio y haciendo nada bueno con ellos. No lo dudó un segundo, y de una patada en el traste las rajó de ahí. A partir de ese momento, no pudo cruzarse con una sola persona sin tener visones de su futuro.
A la mañana siguiente en el consultorio, el primer cliente fue el gordo García, quien fue a consultarle sobre la posibilidad de entrar al negocio de venta de repuestos para motocicletas con un primo que se lo había planteado como una gran inversión, a lo que el Dr. Sultán tuvo que recurrir como de costumbre a su mágica bola de cristal, que hasta ese día sólo le había entregado una deforme imagen invertida del cliente que se sentaba enfrente a él solicitando sus “talentos”, y otra vez, como la noche anterior, tuvo una imagen clara y nítida del futuro del que estaba con él. García, luego de unos minutos de esperar la respuesta de nuestro astrólogo, tuvo que darle palmadas en la espalda para que volviera en sí. Pálido, el pobre Dr. Sultán, lo único que atinó a decir fue: “ahora el negocio de los repuestos no está para arriesgar guita”. Así que García, más que satisfecho, le pagó la tarifa de siempre y se mandó a mudar.
El Dr. Sultán no podía entender cómo no pudo controlar su mitomanía ante una visión tan formidablemente despejada del futuro y darle ese consejo sabiendo que en dos semanas el primo de García entraría igual al negocio y monopolizaría la venta de repuestos del pueblo, ya que toda la mercadería de la competencia sería incautada por Gendarmería por graves irregularidades con el importador. Así, el día se convirtió en un verdadero calvario, viendo lo que precisamente le pasaría a cada una de las personas que entraban al local, pero diciéndole exactamente lo contrario, y lo más grave de todo: no pudiéndose explicar de dónde había salido esta extraña nueva capacidad que lo acompañaba.
Pronto la clientela empezó a desconfiar de las habilidades del magnífico Dr. Sultán, ya que, a diferencia de lo que tenía acostumbrado: tirar charlatanerías al voleo y sin fundamentos para endulzarles los oídos; ahora todos los pronósticos eran fielmente lo opuesto a lo que terminaría pasando. Al mes, las largas filas a la puerta de lo de Sultán ya no eran para pedir predicciones, sino para protestarle los catastróficos resultados a los que éstas conducían.
Desesperado por la situación, dónde esas largas filas ya empezaban a convertirse en hordas embravecidas, el Dr. Sultán no tuvo otra alternativa que ir a la casa de su amigo, el Intendente Rojas, en busca de asilo y protección. Ciertamente el panorama también lo afectaba al Intendente, ya que tenía que controlar la desestabilización social y económica del pueblo provocada por los calamitosos presagios, pero éste también tenía cuentas pendientes con nuestro mártir, al ser también uno de los damnificados de sus “anti-augurios”, por lo que le planteó protegerlo sólo bajo la condición de que le aclarara una duda que siempre le había picado en el fondo. Le dijo: “Vas a entrar a mi casa, sólo si ves en tu bola de cristal y me decís si mi mujer me es infiel o no”. En el acto salió el instrumento de adivinación del bolso, y Sultán le dijo con la mayor de las convicciones: “No veo que ni un solo hombre, aparte de usted, disfrute, haya disfrutado o vaya a disfrutar de la femineidad de su mujer”.
Nuestro querido Dr. Sultán nunca se imaginó que su mitomanía le resultaría tan útil en una situación donde quemaran tanto las papas, ya que no solo le constaba que la inquieta mujer del Intendente fuera infiel por su habilidad sobrenatural, ni por los alardes y bromas de más de la mitad de los hombres del pueblo, sino también por experiencia propia.
Y como era de esperarse, este escenario que nos presentaba al Dr. Sultán bajo el mismo techo con la entusiasta esposa de Rojas no tardaría en desenlazarse en el no muy feliz momento en que el Intendente los encontraría a ambos en comprometedoras circunstancias en su propia cama. Aparentemente la habilidad para ver el futuro le vino acompañada a nuestro protagonista con una increíble velocidad con la que pudo huir tanto de los balazos del caudillo del pueblo como de la iracunda chusma que acampaba afuera para lincharlo.
No es muy claro qué se hizo del desdichado Dr. Sultán, pero lo concreto es que nunca más se lo vio por aquellos pagos dónde tan popular y reverenciado fue en sus épocas doradas. Algunos rumores versan que en su raudo escape pudo manotear algunos de los miles de pesos que pudo amasar y que con ellos compró un título falso de Medicina y que ahora la ejerce ilegalmente en un aislado poblado del sur.

Read more...