Sueños de Iridiscencia Femenina ...por Iscariote
>> domingo, 19 de julio de 2009
Sueños de Iridiscencia Femenina
“…Dicen que los sueños han muerto, que nadie más lo hace. No están muertos, sólo en el olvido. Sacados de nuestro idioma. Nadie los enseña, por lo que nadie sabe que existen. El soñador está desterrado a la oscuridad. Bueno, yo estoy tratando de cambiar todo eso, y espero que vos también. Soñando todos los días. Soñando con nuestras manos y soñando con nuestras mentes..”
Richard Linklater
Richard Linklater
“El cielo se presentará nublado, con posibilidad de chaparrones aislados…”
Nublado, gris, cerrazón, oscuridad, frío. Todos lo días iguales, todos domingos. El sofá y el polvo, los platos sucios y el televisor que no dice nada. Los ojos fijos en la pantalla que brilla sin coherencia. De a ratos cobran sentido las palabras, de a ratos los recuerdos se apoderan de todo. Y flotan en el aire las cavilaciones: recuerdos y pensamientos, pero ninguna solución ni anhelo, ya no queda ninguno. Nublado, triste, frío… y gris. Calculando cuáles habrán sido los errores, dónde y en qué momento se habrían dado. El sofá y su humanidad, su estática humanidad, su inmóvil presencia, su perturbada conciencia. Se ve a sí mismo en el pasado, en su antigua felicidad, dentro de ella: adentro y circunvalándola. El poder y la felicidad, la memoria y el sofá.
“El empresario paraguayo, víctima de secuestro, fue encontrado…”
¿Será el mismo canal que hace 5 horas? No importa. La indiferencia reina hasta los tuétanos. La ropa sucia en el piso y puesta en él. Cuánta asquerosidad. Un vino… Sí, una buena botella de vino, o tal vez una damajuana. Con eso desaparecería esta dispersión, esta disgregación, este vaivén mental que lo retorna una y otra vez a los perversos y depresivos divagues. Pero ¿Y si el alcohol rasga las heridas que no cicatrizan? Y la televisión que no lo distrae. Mejor quedarse en el sofá.
“River tiene que ganar sí o sí de local, para tener posibilidades…”
Un bostezo. La modorra, y la pesadez en los párpados: Morfeo lame con lujuria las neuronas. Por fin un respiro para el cerebro.
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El candoroso violeta del cielo danzaba sobre el tenaz verdor del pasto. Su infancia arribaba inmediatamente, trayendo consigo la perplejidad que lo sobrecogía en el campo de sus abuelos, cuando la luz del cielo resaltaba el verde de las plantas después de la lluvia. Pero aquellas visiones se componían de un cielo verdoso. ¿Por qué éste era tan contrastantemente violeta? Aunque esa no era la pregunta más apremiante ¿Qué hacía allí? ¿Cómo había llegado a este parque? El banco era lejanamente familiar y evocaba a los labios de Regina y su primer beso de 11 años. ¿Pero y el resto? ¿Acaso esos lapachos azules no eran de otro lugar, y tal vez lilas? No podía concentrarse, el baile de los colores era casi asfixiante.
- Hola, ¿tenés fuego?
Un fogonazo de conciencia que lo despeja del diabólico espectáculo cromático. No, en los bolsillos del pantalón, no. En los de la camisa, tampoco. Ahí tampoco. Sus manos pegaban saltitos autómatas sobre toda su ropa buscando un encendedor o una caja de fósforos que jamás existieron. Y cuando el “No, disculpame” ya estaba convertido en arcada, un misterioso cigarrillo apareció entre sus dedos. ¿Lo habría estado fumando ya de antes? Ahora era obvio que había sido una pregunta retórica porque lo tenía prendido.
- No encuentro el encendedor, tomá, prendelo con éste.
La mujer que lo había liberado de su ensoñación iridiscente aproximándosele desde atrás, ya estaba sentada a su lado.
- Está muy lindo el día, ¿verdad?
- Justamente en eso estaba pensando, nunca vi estos colores así.
- No suelo verte por acá.
- Eh… En realidad yo también estaba peguntándome cómo llegué acá..
¿Cuánto tiempo habría pasado estupefacto antes de que ella apareciera? Ahora le estaba devolviendo el cigarrillo. Los bucles negros, la tez blanquísima, como sacada de un cuadro de Goya; y el parque de impresionismo de fondo. Un inicuo truco para los sentidos. Ahora iba a quedarse idiotizado mirándola a ella. Una rápida medida para evitarlo sería preguntarse qué haría aquel incomprensible cigarrillo en sus manos. No fumaba desde el nacimiento de su segundo hijo, y su origen era tan extraño como su estadía en este alucinante paraje. Escapó del encantamiento visual de aquella hermosa maga mirando el pabilo, girándolo entre sus dedos y buscándole la marca. El resultado, igual de desconcertante: ni marca, ni ningún indicio esclarecedor. No quedó más remedio que volver a ella en busca de respuestas.
- ¿Y vos solés venir?
- Prácticamente vivo acá
Una media sonrisa que acentuó el enigma de la aseveración de la preciosa desconocida.
- Te juro que en serio le estoy dando vueltas a la cosa, y todavía no me explico cómo llegué acá.
- No te preocupes, te vas a ir en un rato.
- ¿Qué? ¿Y vos como sabés eso?
- Te dije que prácticamente vivo acá ¿Cómo no voy a saber lo que pasa? Pero quedate tranquilo, vas a volver pronto.
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De vuelta a la grisura, la ropa sucia y el sofá. ¿Qué significaría el sueño? ¿Quién sería esa mujer? Nunca se sueña con personas desconocidas, por lo menos no con tanto detalle, sin embargo estaba seguro de que a ella no la había visto nunca. Era divina, con sólo tratar de recordar los detalles de sus facciones, desaparecía el amargo sabor del fracaso, ese infaltable gusto que saboreaba su alma todos los días al despertarse. El intento de hilvanar los cabos de memoria, que le daban forma al sueño, y las ganas de volver. Todos los días iguales, todos domingos… pero éste no. Las ganas de seguir durmiendo eran igual de intensas, pero por razones radicalmente distintas. ¡Qué sueño tan vívido! Pero la somnolencia había desaparecido por completo. Lo esperaba la caja boba que escondía detrás de su velo de luz a su falta de interés, y a su compulsivo afán de autoflagelarse con ensimismamientos destructivos. El aburrimiento, y seguir liquidando el dinero que quedaba del divorcio para comer algo. Tendría que salir a buscar trabajo, pero quién contrataría a un empresario fracasado y ya estaba muy viejo para empezar de cero. Volvía la rutina y paulatinamente el interés mermaba: el eco de “vas a volver pronto” se iba difuminando a medida que las arenas corrían.
“El ministro de economía hará importantes anuncios…”
¿Será el mismo canal que hace 5 días? Los irregulares pensamientos hacían metástasis en su calvario cotidiano. Treintaisiete años… ¡37 años! Y el peso de la experiencia y sufrimiento de un anciano sobre los hombros.
“Fresco por la mañana, cálido por la tarde, con cielo despejado…”
Un bostezo. Un bostezo y la lengua de Morfeo.
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Definitivamente esto no podía ser fruto sólo de su mente. ¡Estupefacientes colores! El parque, el banco… y ella. Del mismo lado y las palmaditas en dónde lo estaba invitando a sentarse.
- ¿Ves? Te dije que ibas a volver.
- Esto es increíble, me habían contado casos donde se continuaba con sueños de noches anteriores, pero a mí nunca me había pasado.
- ¡Jajaja! Vos nunca le diste mucha bola a los sueños ¿verdad?
- La verdad es que no.
- Y seguramente tampoco te diste cuenta de que estabas soñando durante algún sueño.
- ¡No! Tenés razón. Si no me lo decías no me daba cuenta. ¡Es cierto! Estoy en un sueño. ¡Jajaja!
No dejaba de examinarlo de arriba a abajo con la siniestramente dulce mirada de esas sombrías ninfas. Esas mismas de las cuales no nos percatamos que tienen tanto el poder, como las aviesas intenciones de someternos a su impenetrable burbuja de cariño, hasta que es demasiado tarde.
- Ahora seguro vas a querer experimentar con la onironáutica.
- ¿Oniro qué? ¿Qué es eso?
- Onironáutica. Los onironautas son los que se dan cuenta de que están soñando mientras lo hacen, y lo usan para manipular la realidad del sueño.
- ¡Qué hijo de puta! Hasta tiene nombre eso ¡Jajaja! ¿Y qué se puede hacer manipulando los sueños?
- Yo que sé, lo que vos quieras. Podés volar, cambiar el mundo físico que te rodea, conversar con Albert Schweitzer, tener el sexo que quieras… Jejeje. Ya te digo: lo que quieras.
- ¡Jajaja! O sea que puedo hacer lo que quiera contigo ahora mismo.
El oportunismo animal, y el humor criollo le daban vida de vuelta a las marchita venas de las ideas después de tanto tiempo.
- Puede ser. Aunque ya te dije, yo estoy acá siempre, y como que ya tengo cierto control también.
No podía esperar un retruco menos fino de esos ígneos ojos, por lo que un justo cálculo antes de la réplica no estaría de más.
- Está bien así, voy a dejarlo fluir.
- Podés probar. Pensalo, porque te estás por ir de vuelta.
- ¿Qué? ¡Qué cagada! No era en serio lo de hacer lo que se me cantara.
- ¡Jajaja! Quedate tranquilo.
- ¿Pero voy a volver?
- Sí, no te preocupes.
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El televisor encendido, y el sofá: ¡el puto sofá!!! ¡Qué desgracia estar despierto! Tenía que dormir de vuelta, tenía que verla de nuevo. ¿Qué podía hacer? Un salto desde la inmovilidad y directo a la farmacia. En casa después de media hora. ¿Será que una sería suficiente? Mejor dos, para asegurar el efecto. ¡Qué milagro de la ciencia! Cuán perceptible era la forma en cómo el mundo se iba desmembrando como un mendrugo de pan que cae por migajas al café con leche onírico.
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El cielo violeta, el pasto estremecedoramente verde, el banco de sus 11 años, todo como esperaba, pero ningún indicio de ella. El desconsuelo y a sentarse al banco a lamentar el desencuentro. Sí, del mismo lado de siempre. ¿Pero y eso? ¿Una carta? Tenía su nombre escrito:
“Sé que hiciste trampa para venir hoy, pero no te preocupes, no falté a nuestra cita por eso. Me parece que tenés que todavía no entendés esto, y te voy a dejar ver un poco más. Por eso, te espero en el muelle. Seguí la calle de los árboles con flores azules y lo vas encontrar”.
Era tan difícil mantener la concentración de cuál era el destino de sus pies, con la distracción que producía esa lluvia azul. Un florecer de cerezos en Tokio visto a través de un zafiro. ¡Lapachos en Tokio!¡Y azules! Hasta las imaginerías y ocurrencias se fundían con la belleza de esa avenida de añil. Y como si hubiera sido poco el paseo, el arribo al muelle lo dejaría aún más atónito ¡Una alucinación de cucumelo!!! ¿Cuándo se vio un horizonte que engarce un mar rojizo con nubes azul verdosas? ¡Y ella!!! Ella y su soledad. Ella y su soledad, esperándolo. Una conmoción igual a la que no tenía desde sus 22 años.
- No podés tomar pastillas para dormir cada vez que quieras venir.
- ¡Esto es hermoso! Te juro que me da piel de gallina todo esto.
- Sí, ¿verdad?... Pero te hacés el boludo y no me decís nada de las pastillas.
Sólo el silencio, y su indescriptible gesto que mezclaba asombro e intenciones de esquivar la inmediata inquisición le respondieron por 5 minutos, pero luego de sentarse se aflojó, y pudo sentir lo que hacía tanto tiempo estaba esperando: compartir, y dejar de cargar solo su pesar.
- No tengo mucho que hacer del “otro lado”.
- ¿Por qué decís eso?
- Mi vida está arruinada, perdí todo.
- ¿Qué es lo que perdiste? ¿Qué te vapuleó tanto por eso querés estar tan lejos de tu realidad?
- Estuve casado quince años, y mi mujer se fue con mi mejor amigo, que lastimosamente era mi contador, y me quedé en pelotas…
- ¿Y?
- Se llevó todo a Europa, la guita, los hijos, todo…
- ¿Tenés hijos?
- No, ya no más… No te imaginás lo que es esto.
Sin siquiera percibir su mirada, era sobrecogedor el afecto con que ella hacía que se abrazaran sus almas. Era otra persona, un humano igual que él, y no sólo el fruto de su mente.
- Creo que no, pero trato de entender… ¿Y me imagino que la querías a ella?
- No, no te imaginás. Era mi razón de ser.
- Algo debe haber que puedas encontrar para que te saque del pozo, sólo tenés que pensar.
- Eso es lo más hijo de puta de todo. Soy plenamente consciente de eso, pero en cuanto me pongo a tratar de idear una solución se me vienen los recuerdos encima y me dominan las emociones. Yo siempre fui un tipo frío, hice montones de guita sin que me importara nada, pero ahora soy una piltrafa humana. Amasé una fortuna para mi familia; que entre paréntesis: creo fue el momento en que no me di cuenta de que estaba perdiendo lo único que me importaba.
- ¿Por qué decís eso?
- Perdí la objetividad de las cosas. Me olvidé de que la guita es un medio y no un fin, y le puse toda mi atención y tiempo a eso, y no la cuidé a ella. Ni a ella, ni a los chicos.
- Qué feo…
Lo miraba fijamente y se les escurrían las ganas de contenerlo entre sus brazos. Pero decidió esperar en silencio y decirle:
- Pero ya está, ahora tenés que tirar para adelante.
Ahora el silencio era de él, que estaba decidiéndose a ser franco y encarar la situación:
- Eso es lo que estoy haciendo.
- ¿Cómo? ¿Tomando pastillas para no estar despierto?
- Justamente así lo estoy haciendo.
Si fuera posible traducir las miradas en palabras, entonces éstas últimas no cumplirían su insignificante misión de contener la intensidad de las emociones que sólo los ojos saben plasmar.
- Me gustás mucho, me siento bien acá.
- Pero yo soy una mina de tus sueños y sólo eso.
- Te prometo que no voy a volver a tomar pastillas para venir.
- Vos también me gustás… Por eso estoy acá.
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Muslos y hojas. Un primer plano de albos muslos con el desenfocado fondo de manchas azules y verdes. Flores en el pasto. Y a medida que subía la vista por aquellas piernas, la fuga en La menor se palpaba con los ojos llenos de tierna lascivia. Y aquel apetito de volver a estar dentro de ella para sentirse dueño de ese cuerpo se amalgamaba con la sutil necesidad de cobijarse en él, y estar protegido.
- Te dije que le ibas a sacar partido a esto de la onironáutica.
¿Cuándo te pusiste a hacer el amor en medio de un parque a esta hora del día? Jajaja..
- ¿Hacer el amor?
- Mmm… no me rompás de vuelta con tus chistes.
- No, no te enojes. Sabés que no me puedo aguantar al tira y afloje.
- Mmm… Si sabía que ibas a pasar de ser un escracho a hacerte el vivo cada vez que puedas, no te daba bola en primera instancia.
- Sabés lo que te quiero. Y lo adicto que me volví a vos.
Y el resultado: los ojos de ella llenos de desdén, y sin embargo derritiéndose el alma con materna lujuria que provocaba la viveza de las travesuras de su compañero.
- Sos un pelotudo, eso es lo que sos.
- Che, en serio. ¿Hace cuanto estamos así?
- Yo que sé.
La conversación que tenían las yemas de sus dedos con la piel de ella, hacía que cualquier palabra quedara demás. ¿En qué estaría pensando cada uno de ellos? Se miraban, se tocaban, comulgaban. Y eran hermosos, y sólo eso imporataba.
- Che, ¿vos decís que soy una construcción mental tuya a partir de las mujeres que tuviste?…
- ¿Qué?!!!
- Y sí, que tenga ese rasgo de ella, o este rasgo de aquella…
- ¿De quién? ¿De mi mujer? Vos sabrás si vivís acá adentro.
- No te hagás el pelotudo, no íbamos a estar así si supiera todo de vos, sabés lo que me gusta descubrirte.
No es eso. Yo que sé, a lo mejor soy tan impulsiva como tu mejor amante, o tan comprensiva como tu mujer, cuando te enamoraste de ella, eso es lo que quiero saber.
- Y no sé… Lo único que puedo decirte es que jamás me sentí así estando despierto…
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“No se prevé la retirada de las tropas de Irak hasta…”
No, definitivamente no eran aquellas noticias las que le generaban ese dolor de cabeza. Ya hacía un par de días que los estaba experimentando al despertarse, y a medida que iban pasando, las jaquecas parecían prolongarse un poco más. Como si no fuera suficiente la condición abominable de su realidad, ahora tenía que sufrir esta tortura física sin motivo aparente. Los sacos de té de pasionaria y valeriana inundaban la mesa: prometió no volver a tomar pastillas para ir, pero este estadio era cada vez más insoportable, y en contrapartida, la alegría que sentía estando con ella era inmensa.
“El gobernador de la provincia será imputado por…”
¿Cuántas generaciones y pruebas de ensayo y error habrían tomado a las culturas autóctonas, aprender y dominar cada uno de los efectos de las hierbas? Sentía relajarse, pero sabía que por más que ingiriera litros de aquel brebaje, no conseguiría el inmediato efecto de los fármacos. Cuando por fin había podido condicionar con la práctica su estado de vigilia a las horas estrictamente necesarias, ahora aparecía este mal que lo retrasaba a acudir a su cita diaria con la felicidad.
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- ¿Qué te pasa? Te noto preocupado.
- Es que me anda costando dormir.
- ¿Y comés bien?
- Sí, sí.
Pero no es eso.
- ¿Qué más? No es sólo eso lo que te pasa.
- Tengo unos dolores de cabeza raros.
- ¿Ahora?
- No, cuando estoy despierto. Y me preocupa que cada vez son más largos…
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“El histórico manifiesto del Papa Juan Pablo II, hoy se vió empañado…”
El triste consuelo de saber que su cuerpo no aguantaría mucho más, y de que en algún momento tendría que dormir. La jaqueca ya va a pasar. Ya pasaron varios días sin visitarla. ¿Se estará preocupando? ¡Qué dolor de cabeza de mierda! Ya debe estar muy preocupada…
“…en la franja de Gaza…”
Estaba comprometido a no volver a hacerlo, pero esta era una situación muy particular ¿Cuántas serían suficientes sin que el resultado sea fatal? No podía seguir sin ir, hoy hacía un año de que estaban juntos…
“A cinco fechas d… sólo… espe… f… l…”
Pareciera que ya fueron muchas. El delirio lo llevó a desvanecerse estrepitosamente en la puerta del departamento de al lado.
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- ¿Qué te pasó?!!!
- Creo que me internaron, recién ahora puedo dormir.
- Me estás tomando el pelo. ¿Qué te pasó?
- Es en serio, me parece que estoy internado ahora, hace 5 días que no podía dormir por un dolor que me partía la cabeza, y no me banqué más, me tomé todo de la desesperación, y se me hace que estoy en el hospital…
- Lo escuché a un doctor, pero no entendí nada… ¿Qué hiciste?!!!
- Ahora ya no importa, ya estoy acá contigo…
- Claro que no, te están administrando algo para que reacciones. ¿No te das cuenta?
- ¿Qué?!!!
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¿Cómo podía ser tan drástico el cambio? La luz, los colores, el dolor. ¿Cómo podía el mundo que nutría su vida onírica ser tan ajeno a esta realidad? Veía al doctor al costado de su cama, rodeado de una bruma blanquecina, y el dolor de cabeza estaba ahí, tan presente como antes de volver con ella.
- Me informaron, Licenciado, de que no tiene parientes ni amigos a quienes podamos acudir.
- ¿Ya me administraron algún sedante?
- Estuvo inconsciente tres días, tuvimos que administrarle un fármaco que lo vuelva a la conciencia.
- ¿Y?
- ¿Señor, hace cuantos días no duerme?
- Una semana más o menos, ¡¿Para qué carajo me despertaron si hace una semana no duermo?!!!
- Le hicimos varios estudios cuando llegó.
- También tuve unos dolores de cabeza que me la partían.
- Así es, eso se correlaciona perfectamente con los resultados.
- ¿Y? ¿Cuáles son?
- Es una situación complicada.
- No me guitarree, doctor, vaya al grano.
- Bueno, se lo digo sin vueltas, descubrimos un tumor que se aloja en su lóbulo frontal.
- ¿Y? ¿Me pueden operar?
- Lastimosamente no podemos operarlo sin correr serios riesgos de dejarlo incapacitado irremediablemente.
- ¿A qué se refiere?
- Corremos el riesgo de dejarlo incomunicado con el mundo, no llegaría a estar en un estado vegetativo, pero si en una especie de coma indefinido.
- ¿Cómo en un sueño?
- Exacto.
- ¿Y esa operación cuánto me costaría?
- El departamento de investigación neurológica de la Universidad correría con los gastos por tratarse de un caso tan atípico y la posibilidad de estudiarlo, pero si quiere mi opinión personal, yo no se lo recomendaría. Los riesgos son muy serios.
- Me juego, no pienso volver a estar sin dormir.
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¿Genuflexo? ¿Jugado? ¿Cobarde? ¿Intrépido? Sería la típica duda que rondaría al qué dirán de la decisión de un suicida. Los hombres con fe esperarían un lugar mejor en su Paraíso, Valhala, o Nirvana (ya que todos se creen buenos, y ninguno espera el Averno) ¿Y los que no tienen fe?
¿Es un suicidio entregarse a la posibilidad de dejar esta vida para ir a un lugar sabidamente satisfactorio? ¿Qué más podía entregarle este injusto mundo? Este mismo mundo que lo obligó a seguir las reglas y a hacerse consensuadamente exitoso dentro de ellas. El hastío, el egoísmo, la felicidad, el confort. Humano, sólo humano, al fin y al cabo.
¿Y si salía vivo de la operación? ¿Y si el tumor era la causa de la existencia de ella? No podría soportar perderla a ella también. Su ilusión, su sueño, su alegría. ¿Pero acaso cada circunstancia de la más tangible realidad material no es una ilusión que crean la percepción y las emociones al respecto? En definitiva, era lo mismo. Amor, la más grande, acogedora y extasiante ilusión.
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Las palmas de sus manos. Las palmas de sus manos abiertas al cielo y entre sus piernas. Podía verlas, y las veía con esos colores que tan vivos lo sobrecogían. Sentado como indio en el césped de la materia intangible que conformaban sus sueños. Al levantar la vista, sus lapachos lo esperaban con bríos renovados, como si estuviesen preparados a acompañarlo por el resto de la esta, que sería una reconfortante eternidad. Y su olor. Podía sentir el olor de su maga en el inmediato ambiente. La inmensidad del sentimiento de amparo no le permitía levantarse a buscarla. Se sabía a salvo.
Una tenue calidez de aliento que llegaba a sus espaladas, invadió su oreja izquierda, y un inmediato beso en la sien acompañó al posterior “Ya estás acá” de bienvenida. Y cuando los brazos de ella lo rodearon, las lágrimas de júbilo fueron incontenibles.
- ¿Qué pasó? No zafé, ¿verdad? Decime que no zafé.
Qué cálidas sentía esas caricias en su rostro. Qué invasiva era la emoción que le generaba esa mirada de lisonja.
- No pienses en nada. Ya estás acá, ahora.
- Decime qué pasó. ¿Salió como dijo el doctor, no? ¿Me quedo? ¿Me quedo acá contigo?
- Sí, salió así.
La fulgurante eternidad de un instantáneo beso perpetuo, que podía durar lo mismo que el majestuoso aleteo de un colibrí o una condena de por vida.
- Me quedo, ¿verdad? Decime que me quedo.
- Te quedás conmigo, mi amor.
- Es para siempre, ¿verdad? Decime que no tengo que volver.
- No. Por lo menos no hasta que te despiertes.
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